viernes, 30 de septiembre de 2016

SOMOS MAS QUE CIENCIA Y PSEUDOCIENCIA


(Palabras pronunciadas en el Cuarto Simposio Masónico, sobre “Masonería esotérica. Ciencia o pseudociencia”, organizado por la Gran Logia Universal Mixta de LL:. y AA:.MM:. de Habla Hispana en los Estados Unidos de América, Or:. de New Jersey (USA), los días 16 y 18 de  septiembre  2016 (E:. V:.)


La Masonería no se puede limitar a la práctica de debates sobre preguntas extravagantes que tienen respuestas extrañas
          
Por Iván Herrera Michel
            
QQ:.  HH:.  todos,
          
Quiero confesarles de entrada que tengo cuatro razones principales para no confiar en una pseudociencia:
         


La primera es su terquedad en sostener que hace miles de años se sabían más y más veraces cosas que ahora.  Los hombres modernos salimos del África descalzos y desarrapados hace unos 70.000 años, y en algún punto de la historia comenzamos a creer en cosas que aceptábamos a través de la especulación sobre el entorno que los cinco sentidos nos mostraban.  Las primeras creencias de esos ancestrales 5.000 abuelos negros, entre mujeres, hombres y niños, debieron constituir la tradición primordial de la que habla Rene Guenón, y es muy difícil saber ahora con el poco conocimiento que tenemos de ellos lo que daban por cierto en apenas un promedio de vida de 26 años.

               
La segunda razón para mi desconfianza es que las pseudociencias sostienen que sus saberes son incorregibles y no evolucionan en sus conceptos.  Por ejemplo, la homeopatía, que apenas fue creada hace dos siglos en 1796, en Alemania, por Samuel Hahnemann, se mantiene ajena por completo a las ciencias experimentales.  Si acaso, complementan sus vacíos con conocimientos científicos.
            
La tercera razón de mi desengaño de las pseudociencias, es que son de una simplicidad y superficialidad que asombran.  Se puede ser un experto en manejar energías físicas, emocionales y espirituales en unas tres secciones de no más de ocho horas cada una. 
                
Y la cuarta razón de mi desencanto con las pseudociencias, radica en que ninguna de las pruebas experimentales que se han hecho sobre lo que afirman le dan la razón más allá de los fortuito y el efecto placebo.  Por ejemplo, es muy difícil de creer en ese sistema de predicción de acontecimientos que es la astrología para quien estudia astronomía.  Que a nuestro comportamiento lo inclinen los planetas deja mucho que desear para un psicólogo, un astrónomo o un médico psiquiatra. 
                  
No obstante, su arraigo en la mayor parte de la población se debe a que desde que nacemos estamos inmersos en una inducción cultural que limita e inclina nuestra capacidad de discernimiento sobre la realidad.  El entorno, aunado a la evolución de la psicología humana, influye en las explicaciones que damos a los fenómenos, de la misma manera que el lenguaje heredado influye en las comprensiones y los sesgos con que vamos figurándonos el mundo desde la niñez. 
                
Tengo la suerte de conocer de primera mano el fascinante realismo mágico del caribe, que debo señalar que es apenas uno más de los que se observan en pueblos antiguos y actuales alrededor del planeta.  El nobel colombiano Gabriel García Márquez, que nació a una hora en automóvil de mi ciudad y vivió en ella gran parte de su vida, lo retrata es una forma más que maravillosa.
               
El Gran Maestro anfitrión Benjamín Sabido 
Por ejemplo, en Cien Años de Soledad, García Márquez narra la desaparición de Remedios la Bella contando que mientras ayuda a Fernanda del Carpio a doblar una sábana, esta nota que está pálida y le pregunta si se siente bien.  Remedios la Bella le contesta que nunca se había sentido mejor, comienza a levitar con la sábana y se despide con la mano mientras se eleva a lo más alto del cielo.  También cuenta García Márquez que cuando muere José Arcadio Buendía "Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro". 
              
Otra historia: En un pueblo del Caribe colombiano, en medio de la basura y la hojarasca apareció un muñeco de plásticos de no más de treinta centímetros de alto.  Un niño lo llevó a su casa y a la abuela se le metió en la cabeza que era un santo, y como le salió milagrero, en el rincón casero de los santos lo alumbró con una vela al lado de la Virgen del Carmen, el beato José Gregorio Hernández, San Antonio de Padua, un Cristo de San Benito Abad y San Martín de Porras.  Nadie sabía de qué santo se trataba hasta que una vecina descubrió el nombre en la planta de los pies.  Se llamaba Japán!
                  
Pues bien, mis Queridos Hermanos, no me lo van a creer, pero la verdad es que todavía San Japán sigue haciendo milagros a sus fieles en un pueblo del Caribe colombiano.
                 
Puedo contar muchas cosas como estas.  Pertenecemos a pueblos latinoamericanos cargados de historias y poseedores de un patrimonio mágico que retando la imaginación bordea la poesía.  En mis recuerdos, que son parte integral de mi vida, las brujas no solo vuelan en la imaginación de los míos sino que están vivas en las historias de mi gente, porque yo tuve la inmensa fortuna de nacer y crecer en medio de cientos de narraciones asombrosas contadas por las viejas de mi barrio.
               
Entro a una casa de mi tierra y encuentro detrás de la puerta de entrada una mata de sábila al lado de un Sagrado Corazón de Jesús, y en la mesita de centro de la sala un elefante con la cola hacia la calle y un Buda gordo sentado para atraer la prosperidad.  La señora de la casa los sábados quema sahumerios hindúes y el señor tiene en la billetera un dólar americano haciéndose campo con una estampita del Divino Niño.
                     
Creemos en bendiciones y en maldiciones propias del mundo amerindio, prestadas del África, facilitadas por los orientales o heredadas de Europa.
                
Y aunque recuerdo con nostalgia la devoción infantil con que veía y oía de noche estas narraciones en las puertas de las casas, y luego las recordaba atónito en la soledad de mi cuarto, en eventos como estos, convocado bajo el eslogan de las ciencias y las pseudociencias, tengo que, con los pies sobre la tierra, reconocer seriamente que nada de eso corresponde a una realidad objetiva que pueda pasar por el cedazo de la razón.  A pesar de que esas fantasías formen parte de mi propia realidad subjetiva y sean los filtros con que me acerqué al mundo.
                 
Tenemos la tendencia a creer cosas fuera de lo normal porque estamos adiestrados para hacerlo con creencias de diversos tipos.  A ellas hemos llegado de la mano amorosa de nuestros seres más queridos y respetados desde que nacimos.  Nos las han aconsejado personas de las cuales no tenemos la más mínima duda de su buena intención para con nosotros. 
              
No es un tema fácil abrirnos a otras posibilidades de la realidad distintas a la que tenemos por cierta.  Al respecto voy a contarles un experimento muy interesante que mostró como en ocasiones preferimos no escuchar
                 
En la década de los 60s del siglo pasado los psicólogos cognitivos estadounidenses Joe Balloun y Timothy Brock reunieron a un grupo de personas.  La mitad creyente y la mitad ateos.  A ambos grupos se les expuso a un mensaje grabado exaltando al cristianismo y otro atacándolo.  Las grabaciones se mezclaron con un ruido molesto de electricidad estática que obstaculizaba comprender bien las palabras.
             
No obstante, cada persona tenía la posibilidad de reducir el sonido molesto maniobrando un botón para escuchar claramente el mensaje. 
                 
Resultado de prueba:
             
Cuando se encumbraba el cristianismo, los creyentes trataban de oír mejor.  Cuando se atacaba al cristianismo los creyentes preferían no escuchar bien el mensaje.
            
Cuando se encumbraba el cristianismo, los ateos preferían no escuchar bien el mensaje.  Cuando se atacaba al cristianismo los ateos trataban de oír mejor. 
                  
Resultado parecido se obtuvo con posteriores experimentos que incluyeron a fumadores y no fumadores expuestos a un discurso sobre la relación entre el cigarrillo y el cáncer. 
               
Conclusión de los investigadores: Acallamos el desacuerdo cognitivo mediante la ignorancia autoimpuesta.
               
De la misma manera, vemos como hay personas que ingresan a una Logia (a veces no me atrevo decir que se Inician) y el ruido de sus propios pensamientos pre – Masónicos no le permiten comprender de que se trata la novedad iniciática.  Es odioso tener que decir que solo Iniciándonos podemos comprender como y para donde corren las aguas de la Orden.  El Masón no nace, el Masón se hace.  Una Iniciación bien vivida es el decodificador que hay que adquirir para lo que sigue.
                      
La Masonería es como hablar una lengua extranjera o como dominar un instrumento musical, que nadie lo hace bien sin dedicar horas y horas de práctica y estudio con el fin de acortar la distancia entre la timidez del Aprendiz y la seguridad del Maestro.  La percepción del camino Masónico solo se realiza por las sensaciones.  El Masón trabaja, se detiene y medita delante de la obra, la crea y la recrea en su mente y se hace parte de ella.  Investigación, reflexión teórica, consideraciones éticas, y práctica efectiva son los ejes del método Masónico.
                   
Por eso es tan subjetiva e individual la Masonería.  Esto es lo que en mi concepto es lo esotérico de la Masonería.  No porque sea oculta o porque no se deba dar a conocer públicamente, sino porque al ser esencialmente íntimo el proceso de iluminación es muy difícil trasmitirlo en palabras y solo se entiende mediante el lenguaje de la trascendencia.
                     
La Masonería nos motiva a pulsar el botón que apaga el ruido que nos distancia de lo diferente, sin despojarnos de nuestra realidad subjetiva.  Nos ayuda a construirnos con materiales racionales y no racionales en un entramado sesgado hacia dentro y hacía afuera, que es como cuando decimos que la Logia es tan larga como de occidente al oriente, tan ancha como del norte al sur, tan profunda como hasta el centro de la tierra y tan alta como la bóveda celeste.  Porque somos también nosotros mismos la Logia en la que trabajamos y en la que figuramos el universo de nuestras ideas aunque emanen de una prosaica funcionalidad cerebral.
                        
La Masonería está en capacidad de aprehender la ciencia y el simbolismo de las pseudociencias, y como en la alquimia medieval aplicar el principio de “solve et coagula” (es decir, disuelve y consolida), mediante el cual construye cosas nuevas descomponiendo las viejas.  De hecho, la Masonería no funciona de manera diferente a este vaivén continuo de impugnación y tamizaje, en donde no hay verdades esculpidas en mármol. 
                        
Hay un libro extraordinario que me recomendó hace poco un amigo.  Se llama “Consilience:la unidad del conocimiento" escrito por Edward O. Wilson.  Habla de cómo las humanidades y las ciencias tienen que ir de la mano si quieren ser más eficientes.  Y es genial la propuesta porque dice que las humanidades deben ser más científicas, y las ciencia más humanistas, porque hay de por medio una reflexión ética sobre cada idea, sobre cada sentimiento, sobre cada diversión y sobre cada experimento a desarrollar.  Ya que el humanismo define más al ser humano que la ciencia, aunque sea la ciencia el gran producto humano por excelencia. 
                    
La Masonería se ha adelantado y es algo más que una técnica de ayuda personal.  Es una forma de pensar y de asumir la realidad promoviendo lo humano.  Eso es lo esotérico que yo veo y solo así veo que construye Templos interiores y exteriores a dirigidos a la felicidad humana. 
                   

Queridos Hermanos y Queridas Hermanas,
                   
Afuera de nuestras Logias una generación entera, diferente a todas las anteriores, llamada Millenials, nos observa y evalúa si la Masonería puede tener un lugar en la construcción de su vida. Es la generación más tecnológica de la historia de la humanidad. Han nacido entre 1980 y el año 2000 y en 9 años, o sea en el año 2025 representarán el 74% de la fuerza laboral del mundo. Hoy tienen entre 16 y 36 años y mañana serán el futuro de todo en todas partes y, naturalmente el futuro de la Masonería.  
              
La Masonería no se puede limitar a la sola práctica de debates especializados basados en preguntas extravagantes que tienen respuestas extrañas. Debemos comenzar por intentar resolver cuestiones de la vida cotidiana y contribuir a permitir que la próxima generación, a partir de una visión más clara de la de su entorno, pueda hallar un sentido para sus vidas y elegir libremente una manera de vivir alejada de obsesiones superficiales o psicóticas.
                  

Muchas Gracias.




  

2 comentarios:

Un H.'. Más entre los iguales dijo...

QQ.'.HH.'. Las creencias,se están cayendo muchos humanos desde que el velo de Isis cae,el humano empieza a ver su ser!! Y se da sentido completo no al humano sino al Ser Humano!! Todo se manifiesta cuando la humanidad se de cuenta del servicio de amor al prójimo es la evolución! La tecnología es avance tecnológico no es evolución

Unknown dijo...

Todo es mente mi Q:. H:.