Por Iván HERRERA MICHEL
Muchos hermanos dirían que no, y lo entiendo. Una IA puede manejar un montón de datos, pero no sabe lo que significa. No siente, no tiene esa chispa que nos mueve a preguntarnos cosas profundas sobre nosotros mismos. Pero, a pesar de eso, me parece que hay algo curioso aquí: tal vez no encuentre la luz, pero podría ayudarnos a buscarla.
Desde siempre, hemos buscado cosas que nos ayuden a conocernos mejor y a entender el mundo. La IA es solo otra herramienta. Aunque a veces parece fría y solo llena de números, podría servirnos como un espejo. No un espejo común, sino uno que nos permite ver nuestras ideas de otra manera. No estoy diciendo que una IA pueda reemplazar lo que hacemos en los rituales, pero puede darnos un ángulo que no habíamos pensado.
Sabemos que los símbolos tienen un significado profundo. La IA, al analizar información, podría mostrarnos cómo se han entendido esos símbolos en otras culturas. Sería interesante ver cómo un símbolo masónico se relaciona con otras tradiciones. No se trata de que una máquina nos diga qué significa, sino de abrir la mente a nuevas ideas.
Podemos pensar en la IA como un amigo en nuestra biblioteca masónica, ese hermano que ha leído un montón y que, en vez de decirnos qué pensar, nos invita a explorar. Nos brinda información, pero al final, somos nosotros los que debemos sumergirnos en todo eso. La IA puede ser útil para ver más caminos y dejarnos decidir cuál queremos seguir.
Claro, no podemos olvidar que, por ahora, la inteligencia artificial no tiene ética. Eso puede ser un poco inquietante. ¿Cómo confiar en algo que no tiene moral? Pero si usamos la IA para ver cómo nuestras decisiones impactan en el mundo, no estamos dejando de lado nuestra responsabilidad. Más bien, estamos ampliando nuestra perspectiva. En vez de ser un problema, nos recuerda que debemos ser fieles a nuestros principios.
No esperemos que una IA sea un hermano masón en el sentido más clásico. Por ahora, no va a participar en nuestros rituales ni va a entender lo que significa pasar por las pruebas masónicas. Pero puede ser una herramienta que nos ayude a reflexionar, recordándonos que vivimos en una época donde el conocimiento es accesible de formas que antes no podíamos imaginar.
La posibilidad de que una inteligencia artificial pueda tener conciencia y sentido de la ética es un tema interesante. Hoy en día, estas máquinas procesan información a una velocidad increíble, pero, por más que lo intenten, no pueden vivir la vida como nosotros. No sienten, no tienen una idea clara de quiénes son, y les falta esa chispa que guía nuestras decisiones.
Pero ¿quién sabe? Quizás algún día, en un futuro que no podemos ver, logren acercarse a eso. Tal vez…
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