jueves, 24 de abril de 2025

FRANCISCO LLEGA AL CIELO CON EL MATE BAJO EL BRAZO

 Por Iván Herrera Michel
 
Lo cierto, es que al Papa Francisco no le organizaron en el cielo una encantadora reunión de bienvenida.
 
En un salón decorado con columnas, incienso suave, vino de la Toscana, una mesa de billar y un televisor, que llamaban entre risas, "El purgatorio VIP", sentados en un sofá largo con bordes dorados y rojos, lo esperaban los últimos cinco Papas que le precedieron: el reformista Juan XXIII, el equilibrista Pablo VI, el breve Juan Pablo I, el rockstar Juan Pablo II y el frio y doctrinario Benedicto XVI. Todos vestidos de blanco y cada quien con su propio estilo: había con sandalias rojas, con birrete, con crocs, y uno con unos zapatos alemanes perfectamente lustrados como le enseñaron los militares en su niñez.
 
“¿Y entonces? ¿Cuándo llega el argentino?” - preguntó Juan Pablo I, el de la sonrisa eterna.
 
“Dale tiempo, dijo Pablo VI, seguro viene a pie. O en bicicleta. Uno nunca sabe con estos curitas de barrio”.
 
En ese momento, se abrió una nube corrediza y entró Francisco I, con maleta de lona, sus zapatos viejos, su mate, su cruz de hierro y una camiseta con el 10 de Argentina “¡Che!  ¿A quién hay que abrazar primero? Qué gusto verlos, viejos. ¿Cómo los trata la eternidad?", dijo en plan de gaucho, a lo Martín Fierro, sin besar anillos ni pedir bendición.
 
Juan Pablo II fue el primero en sobreponerse. El político carismático que llenaba estadios. Lo abrazó con afecto con esa sonrisa de "yo también pasé por esto", y murmuró algo sobre “tener que lidiar con el comunismo y con ciertos progresistas con ideas peligrosas” mientras le lanzaba una mirada de reojo a Juan XXIII, el Papa bueno.
 
Benedicto siguió sentado, impecable, como si la renuncia no le hubiera quitado ni un pliegue a su sotana. Saludó con un gesto breve con la mano y Francisco recordó los documentos sellados, y las sombras largas que venían desde los Legionarios. Solo le lanzó una mirada pícara de “tranquilo que tú sabías, y yo también”. Benedicto, sin inmutarse, deslizó: “No todos tienen el valor de renunciar cuando ven que el rebaño ya no obedece. Ni siquiera el Espíritu Santo”, mientras cruzaba los dedos.
 
Juan Pablo I, con su cara de “que conste que contra esto era lo que yo iba a firmar”, se limitó a asentir. Todos siempre han evitado el tema de su muerte exprés. Mejor dejar eso en el misterio, como los dogmas. Aunque, al escuchar las palabras de Benedicto, murmuró con ironía: “unos renuncian porque se cansan, y otros apenas si pudimos sentarnos en la silla. Yo pensaba que ser Papa era más como dar catequesis”.
 
Juan XXIII estaba más relajado, todavía con esa confianza ingenua en el "aggiornamento" bromeó con Francisco sobre abrir ventanas en las habitaciones cerradas por siglos. Francisco se río: “las abrí, pero alguien se encargó de poner rejas y con los aires nuevos solo entró el polvo”. Todos rieron, menos Pablo VI, que se mantenía en silencio, con ese aire de quien caminó sobre el filo de la navaja entre la renovación y el “mejor no tocar”.
 
Juan XXIII, aun sonriendo, le dijo: “Lo intentamos, pero entre los que querían dejarlo todo como estaba, y los que preferían mirar a otro lado, el aire no duró mucho.”
 
Y entonces, apareció Judas. Cero dramatismos. Saludó en confianza, se sirvió un expreso y se sentó como si tal cosa. Todos lo miraron, algunos incómodos, otros con resignación. “Bueno, ¿Y ahora qué? ¿A quién le toca cargar la culpa esta vez? Ya me están diciendo que a la Silla de San Pedro, deberían ponerle la Silla de Judas”
 
Francisco, que ya se había soltado la faja, preguntó por un vino mendocino y le dijo a Judas: “nos tocó a todos, viejo. Tú solo fuiste el primero en mostrar la fractura.” Luego añadió, con una media sonrisa mirando a Pablo VI: “Aunque algunos la taparon con encíclicas”.
 
Silencio. Un silencio denso, lleno de informes archivados, de reformas a medias, de declaraciones diplomáticas que olvidaron a la gente de a pie. Tampoco nadie mencionó - por pura cortesía pontifical - que en vida todos, en algún momento, habían condenado a los mismos: a los que amaban diferente, a los que pensaban libre y a los que se reunían en Logias.
 
Ahí estaban seis pontífices. Cuando Francisco mencionó a los migrantes, el hambre, la Amazonía y los curas con doble vida, el ambiente se tensó como una cuerda de violín. Benedicto hizo un gesto de resignación teológica. Juan Pablo II miró al cielo del cielo (también existe) con todo su conservadurismo teológico bien vendido. Juan XXIII se puso de pie.
 
En ese momento, Pablo VI suspiró. El mismo que había intentado modernizar sin romper nada, como quien quiere caminar sobre un campo minado. “No todo se arregla abrazando a los pobres – dijo - a veces también hay que leer a Santo Tomás. Te pasaste de populista”.
 
“¿Populista o pastoral?” - saltó Francisco, mientras se acomodaba en su silla -.” A veces también hay que leer el periódico. Al final, todos creímos que podíamos mover la piedra. Y resulta que la piedra es la institución. No me pidan lealtad a una institución. Pídanme, amor por los que sangran”, sentenció con ese tono de párroco que se ha peleado con el dogma y el Obispo, y ha perdido.
 
Benedicto XVI se aclaró la garganta como quien prepara una tesis en latín, pero al final solo dijo: “Has confundido misericordia con relativismo. El cielo no es una cooperativa. Yo cuidé la estructura, mientras otros jugaban al incendio”.
 
Juan Pablo I, el Papa de los 33 días, parecía el único genuinamente divertido con todo aquello. “Tranquilo - se dijo - en el fondo, Dios también tiene sentido del humor. Solo que no siempre lo publica”.
 
Judas sonrió pensando: “al menos yo no prometí cambiar el mundo en homilías para después negociar con los de siempre. Todos dijeron 'yo no fui' y yo fui el único honesto. Los vi llorar, pero nunca pedir perdón. Los políticos también escribieron su evangelio. Lutero tenía algo de razón y, por lo menos, ninguno es Masón como inventaron los Masones”
 
Mientras esto pasaba, allá abajo, en una Roma que parecía una superproducción de Hollywood, los cardenales libraban batallas por el trono y el altar, y estaban enfrascado en un Juego de Tronos cardenalicio. Había favoritos, rumores, apuestas y deslizaban chismes por debajo de la puerta. Como siempre. La Iglesia en modo campaña. Algunos rezaban, otros enviaban mensajes cifrados. Nadie confiaba en nadie, pero todos hablaban de unidad, de favoritos, de alianzas y rupturas, de candidaturas públicas y de otras mal disimuladas. Entretanto, el rebaño, fascinado como siempre, miraba la televisión esperando un pastor. Y, en el colmo del racismo, los medios propagaban la versión de que si elegían al negro el mundo se acababa.
 
Y así, en esa noche de Papas, se habló de fe, de poder y de ese extraño hábito muy humano de convertir todo lo sagrado en institución. Fue una noche larga. Judas brindó primero: “A la salud de la próxima Santidad que venga a arreglar este lío, y para que, entre tanto concilio, alguien alguna vez se parezca a Jesús”.
 
Francisco alzó la copa mirando a Benedicto: “Y que al menos tenga buen sentido del humor.” Y luego a Juan Pablo II añadiendo casi entre dientes: “Y que no tenga más ínfulas de rockstar que Madonna”.
 
Juan Pablo II, que bendijo estadios llenos y gobiernos vacíos, lo miró de reojo, y le dijo algo así como que estaba llevando la barca de Pedro por aguas agitadas, y Francisco, que sabe que las aguas turbias no siempre son culpa del remero, respondió con una sonrisa que se quedó en los ojos. Que es en donde se esconde la ironía de los que han visto demasiado.
 
Benedicto XVI, desde su trono académico de teología minuciosa, observaba al recién llegado como quien examina un libro mal editado, lleno de renglones torcidos y notas al pie que contradicen el texto principal, y murmuró, acaso sin quererlo, que la doctrina no se reescribe en las plazas de mercado ni con metáforas sobre ovejas y lobos, y Francisco, que se había gastado sus zapatos sin marcas caminando por las barriadas pobres de Latinoamérica, respondió que tal vez la doctrina, como el pan, también necesita amasarse con manos que no se lavan.
 
Y así, entre silencios densos, tensiones doctrinales, indirectas y reflexiones, los Papas se quedaron hablando de una Iglesia, de la que en dos milenios no se ha podido saber si es madre, empresa o castillo. Sin báculos ni coros, dejaron constancia de lo que nunca dijeron en los balcones, y de que los Masones y los gays seguirán siendo tema de homilías porque resulta más cómodo hablar de ellos que mirar el espejo.
 
Por último, levantaron sus copas y volvieron a brindar por el próximo Papa, y se rieron como nunca lo hicieron en vida, en una noche en que Judas sirvió el vino y los pastores, abstraídos, olvidaron a las ovejas mientras hablaban como dioses.
 
Y esta vez, Judas no brindó.

 

lunes, 21 de abril de 2025

SEMANA SANTA: EL BESO QUE NO ENTENDIERON

Por Iván Herrera Michel  

                                                  MIERCOLES
 
Bien miradas las cosas, los cristianos conmemoran un episodio ejemplar de ética pública: un soborno a puerta cerrada entre Judas y los sacerdotes, digno de cualquier manual contemporáneo de corrupción. Al que siguió una clase magistral de manipulación democrática: el pueblo eligió - ¡por aclamación! - liberar a un presunto delincuente en lugar de a un presunto inocente. Una vez más cuando se trató de elegir entre justicia y espectáculo, ya sabemos por cuál se inclinó la mayoría. ¿La moral? Naturalmente ausente, pero con excusa. Normal. Al menos Judas, tuvo la decencia de arrepentirse... y los sacerdotes todavía hoy conmemoran lo que hicieron como si la cosa no fuera por ellos.
 
JUEVES
 
Es una historia interesante. En este día los cristianos conmemoran la cena en el piso superior de una casa que no se sabe bien de quien era, en la que Jesucristo se reunió con sus más fieles amigos (de esos que venden al jefe, niegan conocerlo y corren a esconderse cuando comienzan los problemas), para inventar la misa, que es un sicodrama que ha generado interminables debates teológicos, grandes corporaciones religiosas y magníficas cenas masónicas.
 
Y precisamente, en esas estaba cuando, entre vino y vino, aprovechó para "echar al agua" a su traidor con un elegante pasivo - agresivo, nivel mesías, “al que yo le dé el bocado de pan”, qué le dio mojado en salsa a Judas, el único del que era paisano. Los demás eran de Galilea. Lo cual demuestra que no hay cuña que más apriete que la del mismo palo.
 
En la segunda parte de la historia, lo encontramos en un huerto en donde el del pan con salsa hizo entrada triunfal con unos soldados, beso incluido, nivel Q:. H:., mientras Pedro, que era un costeño del mar de Galilea, en medio del tropelìn, alcanzó a cortarle una oreja a un empleado de confianza del jefe de los sacerdotes, que seguro lo mandó para ver si se había hecho bien el trabajo y ya se podía pagar, en una puesta en escena que hasta Shakespeare hubiera aplaudido de pie.
 
Al darse cuenta Jesucristo, no queriendo más líos de los que ya tenía encima, curó al de la oreja, le dijo al costeño "cógela suave" y mostró una calma muy zen que dejó todo preparado para el clímax del próximo capitulo del viernes, como hacen los de Netflix.
 
Pero no voy a hacer spoiler en un tema que, por lo pronto, se presta para revisar como funcionan los grupos y los roles internos constructivos y disfuncionales de sus miembros, aunque estén integrados por gente libre y de buenas costumbres.
 
VIERNES
 
Es el día para recordar el episodio más crudo del drama principal. Jesucristo es traicionado con un beso, arrestado por soldados enviados por quienes no querían ensuciarse las manos, juzgado por quienes se las lavaron y condenado democráticamente, con todas las legalidades del caso.
 
De lejos se ve que le tenían ganas de tomarlo preso y todo ocurrió muy rápido. Lo hacen casi a la medianoche, el Sanedrín se reúne extraordinariamente antes de las 3 de la madrugada y, ya debidamente procesado y condenado, lo envían a donde Pilatos como a las 5 de la mañana, quien a su vez manda la papa caliente a Herodes, que, ni bobo que fuera, se la devuelve. Entonces, reúne al pueblo en tiempo récord, hace un plebiscito exprés, se lava las manos, suelta a Barrabás, lo pone a cargar una cruz por unos 600 metros y lo crucifica a las 9 de la mañana. Y como si le faltara un drama más a Pilatos, mientras estaba en esas carreras con el agua al cuello, a Judas se le dio por ahorcarse.
 
La soledad en la tragedia no podía ser mayor. Aparte de Juán, los amigos con quienes había bebido y comido la noche anterior, desaparecieron como por encanto y al pobre hombre solo lo acompañaron cuatro Marías (la Virgen, la Magdalena, la mujer de Cleofás y la mamá de Santiago el menor) sin títulos, sin púlpitos y sin miedo. Punto para las mujeres y rechiflas para los hombres.
 
Finalmente muere a las 3 de la tarde cuando, en medio de unos efectos especiales dignos de James Cameron, el velo del templo se rasgó, la tierra tembló, cayó un aguacero (según Hollywood) y se abrieron las tumbas. Cuando escampó, dos de los del Sanedrín que lo condenaron lo bajaron de la cruz con una escalera y una cuerda, y lo enterraron en una tumba a la que le pusieron un sello oficial, custodiada por una guardia armada de un mínimo de 4 soldados, por orden de Pilatos, para prevenir que se robaran el cadáver y alteraran el orden público, que era lo que más le preocupaba en esos momentos de efervescencia y calor, como diría un cachaco gomelo en Bogotá muchos años después casi frente al pelotón de fusilamiento. El ambiente estaba tenso y el aire se podía cortar con un cuchillo.
 
Pilatos había cumplido con lo que consideraba un deber político: mantener la calma, evitar disturbios y proteger su cargo. Se lavó las manos creyendo que eso bastaría para pasar de agache, pero hay decisiones que, aunque parezcan inevitables, marcan a quien las toma para siempre.
 
SABADO
 
Y llegan los cristianos al Sábado, ese día en que todo el mundo guarda silencio porque nadie sabe qué hacer ni que decir ante el "ya no está". El alboroto del viernes se ha apagado y los poderosos están contentos. Misión cumplida. Jesucristo está muerto, los discípulos siguen brillando por su ausencia, las mujeres lloran, los hombres callan, las autoridades respiran aliviadas pero alertas, el pueblo murmura, las viejas visten de luto, las campanas no suenan y la esperanza parece perdida.
 
También es el día para preguntarse en qué momento todo se torció, y revisar la última conversación, el último gesto, el último error. No hay ritual, solo el incómodo vacío porque nadie sabe cuando las cosas se salieron de control o si alguien olvidó pasar una página o cerrar una puerta. El líder caído no es Jesucristo. Ni más faltaba. Son los valores que guían a un colectivo. Los principios que se sacrifican en nombre del poder, del miedo o de la conveniencia.
 
El Sábado Santo es oficialmente el día en que todo parece en pausa y el del "todo bajo control", pero en realidad es el nudo de la trama antes del último capítulo de la serie. Ese episodio tenso, justo antes del final de la temporada. Otra vez como en Netflix. Pero sin spoiler.
 
DOMINGO
 
Al amanecer del Domingo de Pascua, tres mujeres corrieron por el pueblo diciendo que había pasado lo imposible. Que Jesucristo ya no estaba en la tumba. Que los soldados se durmieron y se les escabulló ¡Vivo! ¿Quién iba a creerles? Nadie, pero se alborotó el pueblo, dos de los comensales del jueves dejaron su escondite para salir de dudas, otro pidió pruebas, uno más se había suicidado y los demás, tan valientes como siempre, siguieron escondidos debajo de la cama. Un asombroso final de la temporada que se convirtió en el Sine Qua Non del cristianismo.
 
Entonces comenzaron los rumores. Que lo vieron en Emaús, que era mentira, que habló con la Magdalena, que desayunó pescado como si nada, se encendieron las alarmas y Jesucristo pasó a la clandestinad por 40 días para que no lo volvieran a crucificar.

Judas disparó el final de la historia, pero quizás no lo entregó para que muriera, sino para forzar un desenlace político. Es posible que haya creído que podía empujar la historia sin romperla. Y dos milenios después tal vez declararía al New York Time o en Tik Tok lo siguiente:
 
"Han pasado más de dos mil años y todavía hay gente que me odia como si me hubieran visto ayer dándole el beso a Jesús. Y sí, lo hice. No lo voy a negar. Pero las cosas no fueron tan simples como las cuentan. Yo no era un monstruo, era un tipo como cualquiera, con ideas, con dudas, con rabia por tanta injusticia. Por eso era miembro del grupo de Jesús, que era como una teología de la liberación. Creía que él iba a cambiar las cosas, que iba a darle la vuelta al sistema. Pero empecé a ver que su revolución iba muy lenta y por otro lado. De hecho, el Sanedrín se apoderó de ella y todavía no triunfa. Y me desesperé. Y me duele mucho que después de tanto tiempo, sigamos igual. Los mismos miedos, los mismos silencios, los mismos que se lavan las manos. Tal vez el problema no fui solo yo… tal vez solo fui el espejo en el que nadie se quiere mirar. Tal vez para eso me condenaron con anticipación las escrituras
 
EPÍLOGO
 
Al atardecer del domingo Jesucristo se encuentra con Judas en un Centro Comercial. Las ceremonias han terminado, los templos están vacíos y las playas repletas. No hay ángeles, trompetas ni aleluyas, solo dos hombres con historias compartidas y cicatrices distintas. Solo dos viejos amigos que, tras dos mil años de silencio incómodo, se deben un café, una dona y una charla honesta.
 
Jesús: Hola Judas, mucho ha cambiado el mundo desde que las luchas por un mundo mejor nos unieron y nos separaron, pero veo que el guion sigue sonando familiar.
 
Judas: Sí, siguen eligiendo a Barrabás, solo que ahora tiene corbata, habla en la televisión de economía y lo eligen presidente.
 
Jesús: Y tú, ¿en qué andas?
 
Judas: Acostumbrándome a ser el monstruo de todos los años. Me usan como advertencia moral, pero nunca me escuchan. Nadie se pregunta por qué lo hice, solo repiten que lo hice.
 
Jesús: Bueno, no eres el único que han reducido a una caricatura. A mí me convirtieron en marca registrada, en excusa para las guerras y en un logotipo.
 
Judas: Yo pensé que podía empujarte a actuar. Que realmente podías provocar el cambio. Que ibas a tomar el poder y hacer algo distinto. Pero fue el único milagro que nunca quisiste hacer.
 
Jesús: Porque ese no era el camino. El poder no se conquista. Se desafía viviendo de otra forma.
 
Judas: Deja ese discurso para Gandhi. Yo, ante los ojos de 20 siglos, te traicioné. Aunque, no estoy seguro de que haya sido traición o más bien un movimiento político mal calculado.
 
Jesús: Lo he pensado mucho. Tal vez fue miedo. O una fe mal entendida. Pero no fuiste el único. Todos dudaron. Todos huyeron.

Judas: ¿Y volverías a hacerlo?
 
Jesús: Sí. Pero esta vez me sentaría a hablar más tiempo contigo antes de la cena. Tenía una información importante que te hubiera hecho cambiar de decisión.
 
Judas: No sé si el mundo necesitaba tu muerte. Pero continúo pensando que sigue necesitando lo que decías. Ese tema del amor al otro sigue siendo interesante aunque vaya en contravía con la historia de la humanidad.
 
Jesús:  Y tal vez también era necesario lo que tu querías. Aunque cueste aceptarlo.
 
Judas: Hoy te mencionaron en todas partes. Altares, pantallas, discursos. Estás más vigente que nunca.
 
Jesús: Sí, pero sin mí. Sin hacerme caso. A veces pienso que les gusta más la idea que la persona. Mucha cruz, pero poco compromiso.
 
Judas: Eso no ha cambiado. Se apropiaron de la memoria. Tú eres útil en silencio. Bien clavado.
 
Jesús: Y tú cada año vuelves a ser el villano oficial. El tipo que nadie quiere ser, pero todos terminan siendo cuando hay poder o plata de por medio.
 
Judas: Si por lo menos supieran lo que realmente intenté. Pensé que podía empujar al sistema de cosas. Pero ya lo sabes, no escuchan.
 
Jesús: Tal vez lo más revolucionario era no empujar nada. Solo estar, sin imponer. El poder se desespera cuando no logra controlarte.
 
Judas: No estoy seguro. Te mataron igual.
 
Jesus: Claro que sí. Pero no porque fui peligroso. Sino porque fui libre. Y eso sí que no lo perdonan, ni entonces ni ahora.
 
Judas: Hoy escuché a un político decir que “Jesús fue el primer gran defensor de los valores occidentales”. Me dieron ganas de levantarme y aplaudir la payasada... casi me muero de la risa.
 
Jesús: Como si la compasión tuviera nacionalidad y pasaporte. A veces creo que no entienden nada, pero igual siguen hablando.
 
Judas: Y la gente, tan ocupada sobreviviendo, se traga todo. El mercado, la cruz de oro, la oración que no incomoda. Nadie quiere un profeta que cuestione su modo de vida.
 
Jesús: Por eso no hablo desde los púlpitos. Prefiero estar al margen por si las moscas. Ya me crucificaron una vez.
 
Judas: También veo que dos mil años después, seguimos repitiendo los mismos patrones de líderes incómodos silenciados, pueblo callado por miedo, y los traidores no siempre lo hacen por odio, sino por no saber qué otra cosa hacer.
 
Jesús: Lo que pasó contigo, con Pedro, con Tomás, con el pueblo, hoy lo llaman "dinámica de grupo bajo presión". Hay estudios de psicología social que lo explican muy bien. La gente no actúa por maldad pura, sino por miedo, por lealtades difusas, por estructuras de poder invisibles.
 
Judas: ¿Me has perdonado?
 
Jesús: Te entendí desde siempre. Solo espero que algún día tu te perdones la falta de visión a largo plazo. 
 
Judas: Gracias maestro. Nos vemos en un año.
 
Jesús: No faltes. Sin ti las cosas no serán iguales. ¡Nos vemos!
 
 
 

 

viernes, 4 de abril de 2025

EL TEMPS MAÇÒNIC. AQUEST ACOMPANYANT SILENCIÓS

Per Iván Herrera Michel
                                                     
Al llarg dels anys he après que la Maçoneria és plena d'interpel·lacions que ens assalten per sorpresa. Les columnes, mosaics, eines, rituals i traçats ens parlen de símbols i al·legories que intenten donar-nos noves pistes sobre el que som i el que podem arribar a ser, envoltats d'una cosa que sempre és present però que poques vegades notem: el temps.
                           
El temps és un acompanyant silenciós que porta de la mà les nostres vides mentre intentem entendre i viure l'existència. com un instrument iniciàtic, o com una pedra més de la nostra experiència constructiva.
                       
Cada vegada que creuem el pòrtic d'una Lògia sembla que quelcom màgic succeeix. El temps real s'atura, i allà dins les hores semblen no importar, perquè les preocupacions del món exterior queden suspeses, i ens submergim en un espai/temps on el que és efímer es creua amb el que és perdurable.
                 
En aquests moments, el temps deixa de ser una línia recta i es converteix en una nova dimensió que ens connecta amb tots els que van estar abans i amb aquells que vindran després. Els rituals no només ens ensenyen símbols. També ens ensenyen a moure'ns en un temps diferent, en un temps que ens demana estar presents, reflexionar i construir en el moment exacte en què ens trobem, sense desentendre'ns d'aquell que és real, amb què convivim fora dels murs de la Lògia, en el dia a dia, on les veritables batalles es lliuren.
                 
És fàcil quedar-se atrapat en el simbolisme, els debats sobre la tradició i les discussions sobre els rituals. Però la realitat és que el temps no s'espera. Cada segon és una oportunitat perduda o una pedra col·locada.
                           
He vist Germans i Germanes més preocupats pels detalls tècnics d'un ritual o per un paràgraf d'un reglament, que pels efectes de les seves accions, les seves paraules i els seus silencis en el temps.

                
Però també hi ha un temps que desaprofitem. El que vam passar preocupant-nos per allò que és superficial, el que vam deixar escapar per por a actuar o el que es perd quan oblidem per què, i per què, ens vam fer Maçons.
                             
Tanmateix hi ha el que ens porten a perdre aquells dissociadors que fan que les Tingudes acabin girant al voltant de les seves baralles, els seus malentesos, les seves necessitats de tenir sempre la raó o els seus afanys de protagonisme, i que en comptes de permetre'ns enfocar-nos en allò que volem fer, acabem perdent temps a discutir coses que no aporten res. Ells ens fan perdre alguna cosa que no recuperarem, i ens distreuen, pel camí de les tensions, de ser conscients que cada segon perdut en vanitats, pròpies o alienes, és un maó menys en la construcció o un defectuós que la malmet.
                      
M'inquieta la nostra relació amb el futur. A la Maçoneria, tendim a mirar molt cap al passat. Respectem les tradicions, honrem els qui ens van precedir, estudiem els textos de grans pensadors. Però també construïm cap al futur. Penso en les generacions que vindran, en les èpoques que viuran, en els problemes que heretaran i les preguntes que els tocarà respondre.
                 
Si alguna cosa m'ha ensenyat la vida i la Maçoneria, és que cada etapa, dins i fora de l'Orde, té el seu ritme i les pròpies lliçons. De vegades es vol córrer, saltar de grau en grau, com si això fos la mesura del nostre progrés. Però la veritat és que la Iniciació no passa en un moment puntual. És un procés continu, un fluir, un aprenentatge que no s'acaba.
                      
El temps, com el mestre que és, ens ensenya a ser pacients, a acceptar que no ho podem controlar tot, però també ens recorda que cada instant compta, que aquests instants estan fets d'instants més petits i que té el poder de canviar-nos i marcar-nos amb les empremtes del seu pas. Amb el pas del temps aprenem que no ens pertany, però que el que fem amb ell concerneix un rellotge intern, a un ritme que marca el pols de la nostra vida i ens recorda que no som eterns.

La Maçoneria sembla dir-nos “Memento Mori” (recorda que moriràs) des del primer dia a la Cambra de Reflexions per recordar-nos l'efímer de la vida i impulsar-nos a fer que cada acció importi, i a  construir alguna cosa que perduri més enllà de nosaltres.Al final del dia, potser una dels desvels més importants de l'Orde pot estar relacionat amb la manera com aprenem a viure plenament en el temps, i amb el que fem amb el que ens ha tocat en l'impredictible marc de la no permanència del que coneixem.                      

domingo, 30 de marzo de 2025

EL TIEMPO MASÓNICO. ESE ACOMPAÑANTE SILENCIOSO

 Por Iván Herrera Michel
               
A lo largo de los años he aprendido que la Masonería está llena de interpelaciones que nos asaltan por sorpresa. Las columnas, mosaicos, herramientas, rituales y trazados nos hablan de símbolos y alegorías que intentan darnos nuevas pistas sobre lo que somos y lo que podemos llegar a ser, rodeados de algo que siempre está presente pero que rara vez notamos: el tiempo.
              
El tiempo es un acompañante silencioso que lleva de la mano nuestras vidas mientras intentamos entender y vivir la existencia. En la Masonería se comporta igual y desde un principio lo vemos reflejado en ciclos como los de los equinoccios y los solsticios, en viajes que purifican, en mediodías y medianoches en Logia, en intersticios, en pasos que avanzan hacia un Oriente que parece inalcanzable, sin detenemos mucho a pensar en él como un instrumento iniciático, o como una piedra más de nuestra experiencia constructiva.
                    
Cada vez que cruzamos el pórtico de una Logia algo mágico parece suceder. El tiempo real se detiene, y allí dentro las horas parecen no importar, porque las preocupaciones del mundo exterior quedan suspendidas, y nos sumergimos en un espacio / tiempo en donde lo efímero se cruza con lo perdurable.
                           
En esos momentos, el tiempo deja de ser una línea recta y se convierte en una nueva dimensión que nos conecta con todos los que estuvieron antes y con aquellos que vendrán después. Los rituales no solo nos enseñan símbolos. También nos enseñan a movernos en un tiempo diferente, en un tiempo que nos pide estar presentes, reflexionar y construir en el momento exacto en que nos encontramos, sin desentendernos de aquel que es real, con el que convivimos fuera de los muros de la Logia, en el día a día, en donde las verdaderas batallas se libran.
                               
Es fácil quedarse atrapado en el simbolismo, en los debates sobre la tradición y en las discusiones sobre los rituales. Pero la realidad es que el tiempo no espera. Cada segundo es una oportunidad perdida o una piedra colocada.
                                  
He visto a Hermanos y Hermanas más preocupados por los detalles técnicos de un ritual o por un parágrafo de un reglamento, que por los efectos de sus acciones, sus palabras y sus silencios en el tiempo. El lapso que dedicamos a reflexionar, a ayudar a otros, a aprender, es tiempo que invertimos en la construcción de algo mayor que nosotros mismos. A la manera del levantamiento de las catedrales medievales que sobrepasaba la vida del constructor.
                              
Pero también hay un tiempo que desperdiciamos. El que pasamos preocupándonos por lo superficial, el que dejamos escapar por miedo a actuar o el que se pierde cuando olvidamos por qué, y para qué, nos hicimos Masones.
                            
Y también está el que nos llevan a perder aquellos disociadores que hacen que las Tenidas terminen girando alrededor de sus peleas, sus malentendidos, sus necesidades de tener siempre la razón o sus afanes de protagonismo, y que en vez de permitirnos enfocarnos en lo que queremos hacer, terminemos perdiendo tiempo en discutir cosas que no aportan nada. Ellos nos hacen perder algo que no recuperaremos, y nos distraen, por el camino de las tensiones, de ser conscientes de que cada segundo perdido en vanidades, propias o ajenas, es un ladrillo menos en la construcción o uno defectuoso que la malogra.
                               
Me inquieta nuestra relación con el futuro. En la Masonería, tendemos a mirar mucho hacia el pasado. Respetamos las tradiciones, honramos a quienes nos precedieron, estudiamos los textos de grandes pensadores. pero también construimos para el futuro. Pienso en las generaciones que vendrán, en las épocas que vivirán, en los problemas que heredarán y en las preguntas que les tocará responder.
                                     
Si algo me ha enseñado la vida y la Masonería, es que cada etapa, dentro y fuera de la Orden, tiene su propio ritmo y sus propias lecciones. A veces se quiere correr, saltar de Grado en Grado, como si eso fuera la medida de nuestro progreso. Pero lo cierto es que la Iniciación no ocurre en un momento puntual. Es un proceso continuo, un fluir, un aprendizaje que no termina.
                               
El tiempo, como el maestro que es, nos enseña a ser pacientes, a aceptar que no podemos controlarlo todo, pero también nos recuerda que cada instante cuenta, que esos instantes están hechos de instantes más pequeños y que tiene el poder de cambiarnos y marcarnos con las huellas de su paso. Con el transcurrir del tiempo aprendemos que no nos pertenece, pero que lo que hacemos con él le concierne a un reloj interno, a un ritmo que marca el pulso de nuestra vida y nos recuerda que no somos eternos.
                            
La Masonería parece decirnos “Memento Mori” (recuerda que morirás) desde el primer día en el Cuarto de Reflexiones para recordarnos lo efímero de la vida e impulsarnos a hacer que cada acción importe, y a construir algo que perdure más allá de nosotros.
                       
Al final del día, quizás una de los desvelos más importantes de la Orden puede que esté relacionado con la manera en que aprendemos a vivir plenamente en el tiempo, y con lo que hacemos con el que nos ha tocado en el impredecible marco de la no permanencia de lo que conocemos.
                             
                       

 

lunes, 24 de marzo de 2025

LA MAÇONERIA I LA REALITAT AUGMENTADA

Per Iván Herrera Michel

El passat dissabte 15 de març de 2025, la Confederació Interamericana de Maçoneria Simbòlica (CIMAS) en associació amb la Confederació Americana de Suprems Consells del REAA (FASCREAA) van organitzar un col·loqui virtual sobre “L'Estat Actual del Mestratge Maçònic”, en què, per ser sincer, no em va sorprendre que les ponències, sense cap excepció, van girar al voltant de la relació entre la Maçoneria i la tecnologia, cosa que m'ha semblat el més normal del món.

M'explico:

Avui dia, una nova generació de Maçones i Maçons, principalment Millennials, estan ingressant a les Lògies amb un bagatge tecnològic que per a ells és tan natural com ho va ser per a la generació anterior el pas de l'escriptura a mà a la màquina d'escriure. O, per citar-ne un altre exemple, com el fet que fa poc més de 100 anys l'electricitat va començar a ingressar a les Lògies, i, enmig de fortes discussions, les bombetes elèctriques van reemplaçar les espelmes i els llums d'oli, querosè i gas.

L'impacte de l'electricitat, com a font d'energia controlada i utilitzable, va ser de tal naturalesa, que durant el transcurs del segle XX va canviar gradualment la manera com es percebien els temples maçònics i les característiques dels treballs. Gràcies a ella, els Maçons vam poder gaudir d'equips de so a la Columna de l'Harmonia, micròfons per a les dignitats, millor llum per llegir les planxes sense afectar la vista, celebrar tingudes nocturnes, comptar amb ventiladors i aparells d'aire condicionat, etc. I tot això, sense que variessin els rituals ni la particularitat del simbolisme de la llum que és un dels referents més importants dels ensenyaments maçònics.

A manera d'exercici, imag


inem com era arribar a una Tinguda ordinària a la nit, sense llum elèctrica, bombetes ni focus, només espelmes i llums, durant els primers dos segles dels tres que té la Maçoneria. La llum és tènue, groguenca i no arriba per a gaire. Les ombres es mouen a les parets cada vegada que algú passa prop d'una flama, i a l'ambient hi ha olor de cera fosa i oli cremat. Si hi ha llums de gas, se sent un lleu brunzit i se sent la calor que acomiaden. Llegir els rituals no és tan fàcil. Molts s'han d'acostar a la llum o, si més no, saber-se els parlaments de memòria. No és que no es pugui llegir, però costa feina i esforç. I fins i tot la veu es fa servir d'una manera diferent, perquè no és el mateix parlar en un lloc ben il·luminat que en un espai on les ombres i la penombra fan que fins i tot un murmuri se senti més solemne.

A les ciutats més grans d'Europa i els Estats Units, algunes Lògies van començar a electrificar-se als anys 1880. A Amèrica Llatina, la cosa va ser més lenta. A Colòmbia, Argentina i Brasil, per exemple, algunes Lògies tenien llum elèctrica entre 1895 i 1910, però en moltes altres van seguir amb espelmes i gas fins ben entrat el segle XX. També és cert que, des de llavors, el canvi va ser gran. Tot es va tornar més clar, més precís… encara que potser també una mica menys misteriós.

De la mateixa manera, ara em resulten especialment cridaneres les possibilitats que portarà l'ús de la realitat augmentada als rituals maçònics. Aquesta tecnologia és bàsicament una capa digital superposada al que veiem, mitjançant la qual, per exemple, si veiem un got buit en una taula, a través d'un dispositiu de realitat augmentada (lents de contacte, ulleres de visualització, etc.), podríem veure'l ple d'aigua i amb un peix nedant dins. En la realitat el got continua estant buit, però la tecnologia afegeix a la nostra percepció una mica extra.

Ara bé, si el portem al terreny iniciàtic, la pregunta es posa interessant. Perquè la iniciació Maçònica no és un simple protocol ple de símbols i paraules solemnes. És una experiència dissenyada per sacsejar l'iniciat, per remoure alguna cosa per dins. No és teatre, però tampoc no és una freda formalitat. I aquí és on cal preguntar-nos si podria aquesta tecnologia, ben utilitzada, reforçar la vivència en lloc de banalitzar-la.

Pensem en la Cambra de Reflexions. Aquest espai on el candidat s'enfronta a si mateix en solitud i en silenci. I si la tecnologia pogués reforçar aquesta sensació d'introspecció sense tornar-se invasiva amb petits detalls que aprofundeixin l'experiència?

El mateix podríem dir dels viatges iniciàtics. Se'ns diu que el recipienari ha travessat l'aire, l'aigua i el foc, però tot passa en la seva imaginació. I si la tecnologia pogués fer més tangible aquest simbolisme? No amb efectes atraients, sinó amb coses subtils com una ombra que llisca en la foscor en el moment just, un reflex a l'aigua que s'ondula imperceptiblement, una resplendor amb prou feines visible al foc. No per reemplaçar la imaginació de l'iniciat, sinó per estimular-la.

Un altre moment clau podria ser l'entrada a la Lògia. La primera vegada que un ingressa, els símbols hi són, però el seu significat no s'entén immediatament. La guia dels Germans és fonamental però molt de l'aprenentatge ve amb el temps. Podria la tecnologia servir de suport sense restar valor al procés tradicional? Potser. Podem imaginar també que la Pedra Bruta es transformés fugaçment davant dels nostres ulls. No pas per donar respostes immediates, sinó per obrir portes a la reflexió.

Una cosa semblant podria passar amb la Cadena d'Unió, que és un moment carregat de simbolisme, en què s’enllacen les mans i se sent la fraternitat de manera tangible. Hi hauria la possibilitat de fer visible aquesta connexió de manera subtil, per exemple, amb un lleu resplendor que recorri la cadena, gairebé no perceptible, com una representació visual del llaç invisible que ens uneix.

Però el més important ve després de la iniciació, perquè la cerimònia és només el començament. Comprendre els símbols, interpretar-los i aplicar-los a la vida és un procés llarg, per al qual també cal preguntar-nos si la tecnologia podria aportar alguna cosa sense debilitar l'ensenyament tradicional. No és sinó imaginar que un neòfit escanegi el seu mandil i accedeixi a informació sobre la seva evolució en els diferents ritus, graus i èpoques, o que, en apuntar el cel·lular a un traçat, pogués obtenir referències sobre els seus continguts i significats. No per substituir l'ensenyament a la Lògia, sinó per complementar-lo de manera accessible.

És clar que la Maçoneria no necessita llums ni efectes especials per transmetre el seu missatge, però tampoc tancar-se a novetats tecnològiques que, ben utilitzades, podrien enriquir la vivència dels rituals i connectar el simbolisme i la tradició amb les sensibilitats de la nostra època.


domingo, 16 de marzo de 2025

LA MASONERÍA Y LA REALIDAD AUMENTADA

Por Iván Herrera Michel

El pasado sábado 15 de marzo de 2025, la Confederación Interamericana de Masonería Simbólica (CIMAS) en asocio con la Confederación Americana de Supremos Consejos del REAA (FASCREAA) organizaron un coloquio virtual sobre “El Estado Actual de la Maestría Masónica”, en el que, para ser sincero, no me sorprendió que las ponencias, sin ninguna excepción, giraron en torno a la relación entre la Masonería y la tecnología, lo cual me ha parecido lo más normal del mundo.

 Me explico:
                
Hoy en día, una nueva generación de Masonas y Masones, principalmente Millennials, están ingresando a las Logias con un bagaje tecnológico que para ellos es tan natural como lo fue para la generación anterior el paso de la escritura a mano a la máquina de escribir. O, para citar otro ejemplo, como el hecho de que hace poco más de 100 años la electricidad comenzó a ingresar a las Logias, y, en medio de fuertes discusiones, los bombillos eléctricos reemplazaron a las velas y las lámparas de aceite, queroseno y gas.
               
El impacto de la electricidad, como fuente de energía controlada y utilizable, fue de tal naturaleza, que durante el transcurso del Siglo XX cambió gradualmente la forma en que se percibían los Templos Masónicos y las características de los trabajos. Gracias a ella, los Masones pudimos disfrutar de equipos de sonido en la Columna de la Armonía, micrófonos para las Dignidades, mejor luz para leer las Planchas sin afectar la vista, celebrar Tenidas nocturnas, contar con ventiladores y acondicionadores de aires. Etc. Y todo esto, sin que variaran los rituales ni la particularidad del simbolismo de la luz que es uno de los referentes más importantes de las enseñanzas Masónicas.
 
A manera de ejercicio, imaginemos como era llegar a una Tenida ordinaria en la noche, sin luz eléctrica, bombillas ni focos, solo velas y lámparas, durante los primeros dos siglos de los tres que tiene la Masonería. La luz es tenue, amarillenta y no alcanza para mucho. Las sombras se mueven en las paredes cada vez que alguien pasa cerca de una llama, y en el ambiente hay olor a cera derretida y aceite quemado. Si hay lámparas de gas, se escucha un leve zumbido y se siente el calor que despiden. Leer los rituales no es tan fácil. Muchos tienen que acercarse a la luz o, por lo menos, saberse los parlamentos de memoria. No es que no se pueda leer, pero cuesta trabajo y esfuerzo. Y hasta la voz se usa de una forma distinta, porque no es lo mismo hablar en un sitio bien iluminado que en un espacio en donde las sombras y la penumbra hacen que hasta un susurro se sienta más solemne.
 
En las ciudades más grandes de Europa y Estados Unidos, algunas Logias empezaron a electrificarse en los años 1880. En América Latina, la cosa fue más lenta. En Colombia, Argentina y Brasil, por ejemplo, algunas Logias tenían luz eléctrica entre 1895 y 1910, pero en muchas otras siguieron con velas y gas hasta bien entrado el siglo XX. También es cierto, que, desde entonces, el cambio fue grande. Todo se volvió más claro, más preciso… aunque quizá también un poco menos misterioso.
 
De la misma manera, ahora me resultan especialmente llamativas las posibilidades que traerá el uso de la realidad aumentada en los rituales Masónicos. Esta tecnología es básicamente una capa digital superpuesta a lo que vemos, mediante la cual, por ejemplo, si vemos un vaso vacío en una mesa, a través de un dispositivo de realidad aumentada (lentes de contacto, gafas de visualización, Etc.), podríamos verlo lleno de agua y con un pez nadando adentro. En la realidad el vaso sigue estando vacío, pero la tecnología le añade a nuestra percepción algo extra.
                   
Ahora bien, si lo llevamos al terreno iniciático, la pregunta se pone interesante. Porque la iniciación Masónica no es un simple protocolo lleno de símbolos y palabras solemnes. Es una experiencia diseñada para sacudir al iniciado, para removerle algo por dentro. No es teatro, pero tampoco es una fría formalidad. Y ahí es donde cabe preguntarnos si podría esta tecnología, bien usada, reforzar la vivencia en lugar de banalizarla.
                  
Pensemos en el Cuarto de Reflexiones. Ese espacio en donde el candidato se enfrenta a sí mismo en soledad y silencio. ¿Y si la tecnología pudiera reforzar esa sensación de introspección sin volverse invasiva con pequeños detalles que profundicen la experiencia?
                     
Lo mismo podríamos decir de los viajes iniciáticos. Se nos dice que el recipiendario ha atravesado el aire, el agua y el fuego, pero todo ocurre en su imaginación. ¿Y si la tecnología pudiera hacer más tangible ese simbolismo? No con efectos atrayentes, sino con cosas sutiles como una sombra que se desliza en la oscuridad en el momento justo, un reflejo en el agua que se ondula imperceptiblemente, un resplandor apenas visible en el fuego. No para reemplazar la imaginación del iniciado, sino para estimularla.
                      
Otro momento clave podría ser la entrada a la Logia. La primera vez que uno ingresa, los símbolos están ahí, pero su significado no se entiende de inmediato. La guía de los Hermanos es fundamental, pero mucho del aprendizaje viene con el tiempo. ¿Podría la tecnología servir de apoyo sin restarle valor al proceso tradicional? Tal vez. Podemos imaginar también que la Piedra Bruta se transformara fugazmente frente a nuestros ojos. No para dar respuestas inmediatas, sino para abrir puertas a la reflexión.
                        
Algo similar podría suceder con la Cadena de Unión, que es un momento cargado de simbolismo, en el que se enlazan las manos y se siente la fraternidad de manera tangible. Existiría la posibilidad de hacer visible esa conexión de manera sutil, por ejemplo, con un leve resplandor que recorra la cadena, apenas perceptible, como una representación visual del lazo invisible que nos une.
                
Pero lo más importante viene después de la iniciación, porque la ceremonia es solo el comienzo. Comprender los símbolos, interpretarlos y aplicarlos a la vida es un proceso largo, para el que cabe también preguntarnos si la tecnología podría aportar algo sin debilitar la enseñanza tradicional. No es sino imaginar que un neófito escanee su mandil y acceda a información sobre su evolución en los distintos ritos, grados y épocas, o que, al apuntar su celular a un trazado, pudiera obtener referencias sobre sus contenidos y significados. No para sustituir la enseñanza en la Logia, sino para complementarla de manera accesible.
                         
Está claro que la Masonería no necesita luces ni efectos especiales para transmitir su mensaje, pero tampoco cerrarse a novedades tecnológicas que, bien usadas, podrían enriquecer la vivencia de los rituales y conectar el simbolismo y la tradición con las sensibilidades de nuestra época.
               
                   
                           
 
 
 
 

 

viernes, 14 de marzo de 2025

MAÇONERIES ANTIDRETS? (Versión en Catalán)

Versión en idioma catalán publicado en https://masoneria-cat.blogspot.com/2025/03/maconeries-antidrets.html

Per Iván Herrera Michel
  • Convenim que lo que anomenemMaçoneria és un fenomen plural, dividit en àrees  conceptuals diferents, que busquen fites diferents, a vegades fins i tot contradictòries entre si, però també que sota el paraigua d'aquesta varietat no tot s'hi va.                     
Admetem també, en honor a la veritat, que avui dia se senten veus antidrets dins de la Maçoneria, i que, si bé no representin la norma general, sí que mostren que en alguns sectors és combat contra els avenços de la societat en matèria de drets humans, especialment en temes, per exemple, com la igualtat de gènere, el reconeixement de les minories, l'acceptació de les dones  .
                           
En contrast amb això, mentre en uns espais se segueix lluitant per un món amb més llibertat, igualtat i fraternitat, en altres hi ha maçons aferrats a interpretacions amb baixa empatia selectiva daquests valors donant-los la forma dels seus prejudicis i pors. Aquesta vistosa diversitat de postures pot generar tensions, però també ens obre la porta a ser conscients de la discriminació estructural i ens convida a reflexionar sobre el rumb que volem a la nostra vida masònica.
                        
En termes generals, l'Orde sempre s'ha vist a si mateixa com a refugi per al pensament i la consciència lliure, un lloc on es cultiva la raó i es fomenta el debat sense tantes restriccions. Tot i això, en ple segle XXI, no podem ignorar que hi ha sectors que semblin decidits a obstaculitzar qualsevol avenç, dins i fora dels seus murs, relacionats amb els drets humans. De manera que mentre el món avança, no sense gaires dificultats, cap a una major igualtat, alguns Maçons prefereixen mantenir-se al marge o decididament en contra.

                             
No és un problema nou, però darrerament s'ha fet més visible per compte de les xarxes socials. Cada cop que una Lògia decideix rechazar la inclusió de dons, indígens, negres o discapacitats, evita parlar sobre diversitat o s'aferra a creences i interpretacions inamovibles de textos antics per justificar l'exclusió i la discriminació, s'està allunyant d'aquells principis de fraternitat i universalitat que tant s'han proclamat. Les raons, col·lectives o individuals, podem trobar-los als pors al canvi, aversió a la incertesa, propensió a la dissonància cognitiva, biaixos de confirmació o d'estatus quo, idees religioses, etc.
                        
La Maçoneria s'enorgulleix dels seus valors, però aquests ideals no es poden quedar al nirvana dels discursos. S'han de reflectir en allò que és fa dia a dia. Dir "així ha estat sempre" ja no n'hi ha prou, sobretot quan la història de l'Orde és plena de canvis i adaptacions, des de les motivades inicialment per la Il·lustració, com per les posteriors influències religioses, pseudocientífiques, egipcianes i orientalistes, fins als moviments democràtics que han marcat. Mentre el món lluita per l'equitat social i l'acceptació de la diferència, els Maçons antidrets prefereixen atrinxerar-se frenèticament a les seves obsessions, i fan servir una narrativa tergiversada sobre la tradició com a excusa per justificar les desigualtats.
                      
Com a contrapartida, cal ressaltar que les tradicions evolucionen tot el temps, encara que a vegades sembla que estan tallades en marbre, i el que podem descriure avui com una versió pura és en realitat el fruit de molts anys de construcció de contingut. El que ara ens sembla un pilar sagrat i inamovible, fa un parell de segles era una altra cosa, i d'aquí uns anys probablement es veurà diferent una altra vegada. El que és important és saber distingir quan un canvi és una evolució genuïna i quan és una moda.
                            
Si la Maçoneria vol continuar sent rellevant, no n'hi ha prou de parlar de llibertat de pensament. És el moment de traduir els seus principis en accions concretes: revisar les estructures mentals i de poder que continuïn perpetuant l'exclusió, deixar d'utilitzar una suposada "neutralitat" com a pretext per no enfrontar-se a debats difícils i obrir-se a un món on els drets humans són indiscutibles. Perquè, al capdavall, no prendre una postura també és una postura, i en aquest cas, una que s'allunya del propòsit per al qual va ser fundada l'Orde.
                                
D'altra banda, l'existència de maçons antidrets no és només un tema intern. La seva actitud es caracteritza més per una reacció davant l'avenç de drets que no pas per una proposta constructiva, i es basa en un discurs excloent que barreja la por pel canvi i la idealització d'un passat que exposen com a ordenat i moralment superior. Emprar les destreses adquirides a la Maçoneria en la utilització de les seves eines i en la funcionalitat constructiva d'ésser humà i societat amb aquesta finalitat és un despropòsit majúscul.
                            
Al final del dia, la Maçoneria hauria de continuar basant-se en principis fonamentals com el respecte mutu, la recerca de la veritat i el benestar de la humanitat, siguin quins siguin els seus matisos constructius. Si alguns maçons s'aparten d'aquests principis, és una oportunitat perquè tots ens qüestionem què és el que realment volem com a maçons i com a societat. Continuem avançant cap a un futur més equitatiu o ens quedem encallats en velles idees i preconceptes deshumanitzats?
                          
De tota manera, la resposta és a les nostres mans, com a membres d'un Orde que sempre ha estat un reflex dels millors ideals de la societat.