Por
Iván Herrera Michel
El
pasado sábado 15 de marzo de 2025, la Confederación Interamericana de Masonería
Simbólica (CIMAS) en asocio con la Confederación Americana de Supremos Consejos
del REAA (FASCREAA) organizaron un coloquio virtual sobre “El Estado Actual
de la Maestría Masónica”, en el que, para ser sincero, no me sorprendió que
las ponencias, sin ninguna excepción, giraran en torno a la relación entre la Masonería
y la tecnología, lo cual me ha parecido lo más normal del mundo.
Me
explico:
Hoy en
día, una nueva generación de Masonas y Masones, principalmente Millennials,
están ingresando a las Logias con un bagaje tecnológico que para ellos es tan
natural como lo fue para la generación anterior el paso de la escritura a mano
a la máquina de escribir. O, para citar otro ejemplo, como el hecho de que hace
apenas unos 100 años la electricidad comenzó a ingresar a las Logias, y, en
medio de fuertes discusiones, los bombillos eléctricos reemplazaron a las velas
y las lámparas de aceite, queroseno y gas que alumbraron las Tenidas de los
primeros dos siglos de la Orden.
El
impacto de la electricidad, como fuente de energía controlada y utilizable, fue
de tal naturaleza, que durante el transcurso del Siglo XX cambió gradualmente la
forma en que se percibían los Templos Masónicos y las características de los
trabajos, de manera que hoy es inconcebible trabajar en su ausencia. Gracias a
ella, los Masones pudimos disfrutar de equipos de sonido en la Columna de la
Armonía, micrófonos para las Dignidades, mejor luz para leer las Planchas sin
afectar la vista, celebrar Tenidas nocturnas, contar con ventiladores y acondicionadores
de aires. Etc.
Y todo
esto, sin que variaran los rituales ni la particularidad del simbolismo de la
luz que es uno de los referentes más importantes de las enseñanzas Masónicas. La
experiencia histórica muestra que la cuestión no es si la tecnología debe
entrar en la Masonería, porque - seamos francos - ya lo hizo. La pregunta
realmente sugestiva es cómo podría integrarse sin que se convierta en una
distracción, al igual que lo hizo la electricidad.
En
este contexto, un tópico que me resulta especialmente llamativo es el del
posible uso de la realidad aumentada en los rituales Masónicos. Esta tecnología
es básicamente una capa digital superpuesta a lo que vemos, mediante la cual, por
ejemplo, si miro un vaso vacío en una mesa, a través de un dispositivo de
realidad aumentada (lentes de contacto, gafas de visualización, Etc.), podría verlo lleno de agua y con un pez nadando adentro. En
la realidad el vaso sigue estando vacío, pero la tecnología le añade a mi
percepción algo extra.
Ahora
bien, si lo llevamos al terreno iniciático, la pregunta se pone interesante.
Porque la iniciación Masónica no es un simple protocolo lleno de símbolos y
palabras solemnes. Es una experiencia diseñada para sacudir al iniciado, para
removerle algo por dentro. No es teatro, pero tampoco es una fría formalidad. Y
ahí es donde cabe preguntarnos si podría esta tecnología, bien usada, reforzar la
vivencia en lugar de banalizarla.
Pensemos
en el Cuarto de Reflexiones. Ese espacio en donde el candidato se enfrenta a sí
mismo en soledad y silencio. ¿Y si la tecnología pudiera reforzar esa sensación
de introspección sin volverse invasiva con pequeños detalles que profundicen la
experiencia?
Lo
mismo podríamos decir de los viajes iniciáticos. Se nos dice que el
recipiendario ha atravesado el aire, el agua y el fuego, pero todo ocurre en su
imaginación. ¿Y si la tecnología pudiera hacer más tangible ese simbolismo? No
con efectos atrayentes, sino con cosas sutiles como una sombra que se desliza
en la oscuridad en el momento justo, un reflejo en el agua que se ondula
imperceptiblemente, un resplandor apenas visible en el fuego. No para
reemplazar la imaginación del
iniciado, sino para estimularla.
Otro momento clave podría ser la entrada a la
Logia. La primera vez que uno ingresa, los símbolos están ahí, pero su
significado no se entiende de inmediato. La guía de los Hermanos es
fundamental, pero mucho del aprendizaje viene con el tiempo. ¿Podría la
tecnología servir de apoyo sin restarle valor al proceso tradicional? Tal vez. Podemos
imaginar también que la Piedra Bruta se transformara fugazmente frente a nuestros
ojos. No para dar respuestas inmediatas, sino para abrir puertas a la
reflexión.
Algo similar podría suceder con la Cadena de
Unión, que es un momento cargado de simbolismo, en el que se
enlazan las manos y se siente la fraternidad de manera tangible. Existiría la
posibilidad de hacer visible esa conexión de manera sutil, por ejemplo, con un
leve resplandor que recorra la cadena, apenas perceptible, como una
representación visual del lazo invisible que nos une.
Pero lo
más importante viene después de la iniciación, porque la ceremonia es solo el
comienzo. Comprender los símbolos, interpretarlos y aplicarlos a la vida es un
proceso largo, para el que cabe también preguntarnos si la tecnología podría
aportar algo sin debilitar la enseñanza tradicional. No es sino imaginar que un
neófito escanee su mandil y acceda a información sobre su evolución en los
distintos ritos, grados y épocas, o que, al apuntar su celular a un trazado,
pudiera obtener referencias sobre sus contenidos y significados. No para
sustituir la enseñanza en la Logia, sino para complementarla de manera
accesible.
Está
claro que la Masonería no necesita luces ni efectos especiales para transmitir
su mensaje, pero tampoco cerrarse a novedades tecnológicas que, bien usadas,
podrían enriquecer la vivencia de los rituales y conectar el simbolismo y la
tradición con las sensibilidades de nuestra época.
No hay comentarios:
Publicar un comentario