martes, 29 de abril de 2025

LA C.M.I. EN LA ENCRUCIJADA JUDICIAL.

CUANDO DAR UN PASO AL COSTADO ES UN ACTO DE RESPONSABILIDAD

Por Iván Herrera Michel

       
Era previsible que el escándalo judicial que estalló en México, en los primeros días de abril de 2025, contra directivos de la Confederación Masónica Interamericana (CMI) desbordara el cerco informativo del sector masculino de la Orden y circulara ampliamente en otras ramas de la Masonería. Y que, además, la expusiera a un escarnio público innecesario que apenas comienza.
                
Y no era para menos. Según han publicado medios de prensa y electrónicos (macronews, PressReader, Luces del Siglo, Milenio, Sol Quintana Roo, el Oriente de México, Enfoque Noticias, Denuncia Península, El Despertador de Quintana Roo, Yahoo, X, Etc.), la Fiscalía General del Estado de Quintana Roo, en México, adelanta una investigación penal contra el Presidente y el Secretario Ejecutivo de la Confederación Masónica Interamericana (CMI), por los presuntos delitos de extorsión, amenazas, intimidación y corrupción. Lo que ha sido confirmado por las comunicaciones públicas con las que los implicados han buscado explicar los hechos y el contexto en que sucedieron. Y de paso, presentarlos como surgidos de un conflicto interno, entre una Gran Logia miembro y la Confederación misma, por la violación de sus Estatutos, que nunca ha debido desbordarse al exterior.
                     
De ser ciertas las divulgaciones de los medios, la reacción de los afectados - huir apresuradamente de México para evadir la captura - no solo añadió espectacularidad al caso, sino que llevó a la Fiscalía, según la prensa, a declarar formalmente acreditado el delito de extorsión y, de paso, al tratarse de un ilícito que se persigue de oficio, declararlos prófugos de la justicia.
                       
Visto lo anterior, aquí se plantean dos planos fundamentales para una crítica seria. El primero es jurídico y estatutario. Nadie sensato pone en duda la importancia de la presunción de inocencia como piedra angular del Estado de Derecho. Pero ese principio, si se convierte en un pretexto para mantener a toda costa posiciones de poder frente a acusaciones de supuestos delitos graves que comprometen el buen nombre de la Masonería, a la par de que es una garantía de la justicia pasa a ser también un escudo para la insensibilidad frente al daño que se causa a la Orden.
                        
El segundo plano es institucional y de sentido común La Masonería ha buscado históricamente presentarse como una escuela de virtud, un espacio en donde se cultivan la ética, el deber y la decencia. Permitir que sus altos directivos, siendo investigados por presuntos delitos incompatibles con ese ideal, continúen en sus funciones no es neutralidad institucional: es connivencia y una forma de declarar, tácitamente, que los cargos valen más que la virtud que se pregona.
                      
Algunos defenderán que lo correcto es esperar al fallo judicial. Pero en los casos en donde está en juego la imagen de una comunidad entera, y no solo la suerte de dos personas, el juicio ético debe adelantarse al legal. No se trata de condenar anticipadamente, sino de evitar que la institucionalidad se hunda en una lógica en donde el prestigio de la Orden se sacrifica.
                    
La renuncia de estos dirigentes es un imperativo ético y no debe ser vista como una concesión a la presión mediática, sino como un acto de mínima decencia. Una declaración silenciosa, pero potente, de que la integridad pesa más que el sillón. Que la Masonería no puede permitirse la indiferencia frente al escándalo, porque el silencio también habla, y acostumbra hacerlo fuerte.
                     
En tiempos en donde tantas estructuras se derrumban por su negativa a asumir responsabilidades, el gesto de retirarse dignamente podría marcar una diferencia. No se les pide que se declaren culpables. En lo personal, les deseo mucha suerte en sus defensas en los estrados judiciales.

Se les pide que sean responsables con la Orden. Que le eviten más daños. Que entiendan que el liderazgo, cuando se ve comprometido por la sospecha, no se defiende desde la trinchera del cargo, sino desde la altura moral de saber dar un paso al costado, y que permitan que alguien más, ajeno al proceso penal, se encargue de conducir la nave en medio de la tormenta.
              
Más allá de la legalidad, la verdadera grandeza no está en resistir a toda costa, sino en saber retirarse a tiempo para salvar lo que más importa.
                    
                    
                           
 

 

3 comentarios:

Ofelia dijo...

Totalmente de acuerdo, Q:. H:. Gracias por compartir

Alberto Tasso dijo...

Muy buen análisis. Oportuna y necesaria la idea de privilegiar el criterio ético antes que el fallo de la justicia.

Anónimo dijo...

La historia se puede repetir en cualquier pais