lunes, 21 de julio de 2025

BENEFICIOS DE ACLARAR LOS MITOS MASÓNICOS SOBRE LOS PRÓCERES

Por Iván Herrera Michel
                 
Desde una perspectiva históricamente responsable, y a tono con los principios racionalistas que dieron origen a la Masonería especulativa, despejar los mitos que envuelven la supuesta membresía Masónica de los próceres independentistas y la participación estructural de la Orden en los procesos de emancipación no es un simple ajuste de narrativa, sino una tarea ética, formativa y saludable. Que ya va siendo hora de asumir.
                 
Lo primero que deberíamos cuidar es la honestidad intelectual de la Masonería, porque al hacerlo, nos alineamos con lo que decimos ser. No tiene sentido proclamar los valores de la razón, la búsqueda de la verdad y el pensamiento libre, si al mismo tiempo cultivamos relatos que no resisten una verificación documental seria. Insistir en que San Martín y Miranda, por ejemplo, fueron Masones, cuando no existe ni una sola acta de iniciación, ni carta, ni discurso, ni testimonio contemporáneo que lo respalde, nos aleja de la historia y nos arrima al terreno de la ficción. Y si no sabemos distinguir entre alguien que tuvo una idea afín a las que caracterizan a la Masonería y una membresía probada, estamos fallando en algo esencial.
                        
Una vez, en una charla con aprendices, uno me preguntó si el General Francisco de Paula Santander fue Masón. Yo le respondí que no hay una sola prueba que lo confirme, y que hay que velar por no tomar las coincidencias ideológicas como si fueran carnés de membresía. Y que el respeto a la verdad histórica también se aprende.
               
También está el asunto de la credibilidad cuando se repiten afirmaciones sin sustento, perdiéndose autoridad moral e intelectual. La historia, como disciplina, se nutre de fuentes, archivos, cotejos y análisis. No hay atajos. Presentar a la Masonería como una fuerza secreta que dirigió las independencias latinoamericanas, no habiendo pruebas verificables, termina por desdibujar sus aportes reales y deja el campo abonado para el ridículo. Si queremos que se nos tome en serio como sujeto histórico, lo mínimo es hablar con datos, no con suposiciones ni con lugares comunes.
                    
Por el contrario, conviene visibilizar las verdaderas contribuciones Masónicas, que las hay y abundantes. Logias fundadas en muchas ciudades que han funcionado como espacios de articulación política, de discusión filosófica y de difusión de ideas modernas, merecen más atención que esa vieja costumbre de suponer que todo libertador era Masón.
                      
Despejar estos mitos evita que se siga usando a la Masonería como herramienta ideológica, ya sea para exaltarla o para atacarla. Lo primero la convierte en unas fantasiosas reuniones de superhombres, y lo segundo en una conspiración perpetua. No se escribe la historia para complacer identidades, sino para comprender procesos.
                  
También estaríamos dando un paso necesario hacia una historiografía Masónica que no le teme al archivo, al cotejo y el debate. Una historia que pueda conversar con otras disciplinas, y con el mundo exterior y entienda que la Orden no fue ni omnipresente ni marginal, sino una forma concreta de sociabilidad con actores reales, con conflictos, con contradicciones y con aportes verificables. Esa historia, y no la inventada, es la que debe ser contada.
                           
Porque lo cierto es que ningún prócer necesita haber sido Masón para ser admirable, ni la Masonería necesita apropiarse de glorias ajenas para justificar su existencia. Atribuir membresías sin pruebas deshonra por partida doble al personaje, cuya biografía se manipula, y a la institución, que se vuelve poco confiable. Decir que compartieron ideales es suficiente, cuando así fue, pero convertirlos en Masones por simpatía o conveniencia es, simplemente, una forma insensata de falsear el dato.
               
Porque lo que amenaza a la Masonería no es la verdad, sino el autoengaño reiterado, el silencio acomodaticio, y esa mitología reconfortante que algunos Masones se cuentan a sí mismos para no tener que pensar.
                 
                      

                                   

 

 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Total razón tienes mi QH IVAN , siempre he dicho y hasta censurado que cada vez que aparece un prohombre la Masonería se quiere atribuir su pertenencia, tratese incluso de personas de vieja data o de personajes contemporáneos.
El hecho de que ese personaje sea un buen referente social por su ejemplo o aportes de grandes beneficios, no le da derecho a los MASONES convertirlo perce en otro más de sus iguales, sin tener la mas mínima evidencia que compruebe tal condición.
TAF:. ALIRIO ALFONSO VERGEL.

Edgardo Jose Chacon Escobar dijo...

Que la Paz sea con todos Ustedes! Como dijo Nietzsche, “quien lucha con monstruos debe cuidar de no convertirse en uno”. Aquí, no se trata de demonizar ideas, sino de iluminarlas para que nos sirvan. Este buen articulo nos hace pensar: al aclarar los mitos, ¿no estaremos también afirmando mejores cimientos para construir alianzas más honestas, en lugar de dejarnos dominar por sombras sin sentido?
Respetado Q.·. H.·. gracias Iván Herrera Michel gracias por invitarnos a desactivar las ideas preconcebidas que nos frenan y a desbrozar el terreno de la verdad con generosidad. En lugar de mantenernos en la comodidad de lo ya sabido.
El reto es cuestionar lo establecido para hacer un viaje que no es pérdida de tiempo, sino boleto hacia una comprensión más auténtica. Ósculos de Paz

Anónimo dijo...

Creo que esta incompleto el artículo o trabajo, y la respuesta obligada es cuales son los registros documentales para establecer quienes de los que participaron en la gesta libertadora fueron Masones?