Por Iván Herrera Michel
Desde una perspectiva históricamente
responsable, y a tono con los principios racionalistas que dieron origen a la
Masonería especulativa, despejar los mitos que envuelven la supuesta membresía
Masónica de los próceres independentistas y la participación estructural de la
Orden en los procesos de emancipación no es un simple ajuste de narrativa, sino
una tarea ética, formativa y saludable. Que ya va siendo hora de asumir.
Lo primero que deberíamos cuidar es la
honestidad intelectual de la Masonería, porque al hacerlo, nos alineamos con lo
que decimos ser. No tiene sentido proclamar los valores de la razón, la
búsqueda de la verdad y el pensamiento libre, si al mismo tiempo cultivamos
relatos que no resisten una verificación documental seria. Insistir en que San
Martín y Miranda, por ejemplo, fueron Masones, cuando no existe ni una sola
acta de iniciación, ni carta, ni discurso, ni testimonio contemporáneo que lo
respalde, nos aleja de la historia y nos arrima al terreno de la ficción. Y si
no sabemos distinguir entre alguien que tuvo una idea afín a las que
caracterizan a la Masonería y una membresía probada, estamos fallando en algo
esencial.
Una vez, en una charla con aprendices,
uno me preguntó si el General Francisco de Paula Santander fue Masón. Yo le
respondí que no hay una sola prueba que lo confirme, y que hay que velar por no
tomar las coincidencias ideológicas como si fueran carnés de membresía. Y que
el respeto a la verdad histórica también se aprende.
También está el asunto de la
credibilidad cuando se repiten afirmaciones sin sustento, perdiéndose autoridad
moral e intelectual. La historia, como disciplina, se nutre de fuentes,
archivos, cotejos y análisis. No hay atajos. Presentar a la Masonería como una
fuerza secreta que dirigió las independencias latinoamericanas, no habiendo pruebas
verificables, termina por desdibujar sus aportes reales y deja el campo abonado
para el ridículo. Si queremos que se nos tome en serio como sujeto histórico,
lo mínimo es hablar con datos, no con suposiciones ni con lugares comunes.
Por el contrario, conviene visibilizar
las verdaderas contribuciones Masónicas, que las hay y abundantes. Logias
fundadas en muchas ciudades que han funcionado como espacios de articulación
política, de discusión filosófica y de difusión de ideas modernas, merecen más
atención que esa vieja costumbre de suponer que todo libertador era Masón.
Despejar estos mitos evita que se siga
usando a la Masonería como herramienta ideológica, ya sea para exaltarla o para
atacarla. Lo primero la convierte en unas fantasiosas reuniones de
superhombres, y lo segundo en una conspiración perpetua. No se escribe la
historia para complacer identidades, sino para comprender procesos.
También estaríamos dando un paso
necesario hacia una historiografía Masónica que no le teme al archivo, al
cotejo y el debate. Una historia que pueda conversar con otras disciplinas, y
con el mundo exterior y entienda que la Orden no fue ni omnipresente ni
marginal, sino una forma concreta de sociabilidad con actores reales, con
conflictos, con contradicciones y con aportes verificables. Esa historia, y no
la inventada, es la que debe ser contada.
Porque lo cierto es que ningún prócer
necesita haber sido Masón para ser admirable, ni la Masonería necesita
apropiarse de glorias ajenas para justificar su existencia. Atribuir membresías
sin pruebas deshonra por partida doble al personaje, cuya biografía se
manipula, y a la institución, que se vuelve poco confiable. Decir que
compartieron ideales es suficiente, cuando así fue, pero convertirlos en
Masones por simpatía o conveniencia es, simplemente, una forma insensata de
falsear el dato.
Porque lo que amenaza a la Masonería no
es la verdad, sino el autoengaño reiterado, el silencio acomodaticio, y esa
mitología reconfortante que algunos Masones se cuentan a sí mismos para no
tener que pensar.

3 comentarios:
Total razón tienes mi QH IVAN , siempre he dicho y hasta censurado que cada vez que aparece un prohombre la Masonería se quiere atribuir su pertenencia, tratese incluso de personas de vieja data o de personajes contemporáneos.
El hecho de que ese personaje sea un buen referente social por su ejemplo o aportes de grandes beneficios, no le da derecho a los MASONES convertirlo perce en otro más de sus iguales, sin tener la mas mínima evidencia que compruebe tal condición.
TAF:. ALIRIO ALFONSO VERGEL.
Que la Paz sea con todos Ustedes! Como dijo Nietzsche, “quien lucha con monstruos debe cuidar de no convertirse en uno”. Aquí, no se trata de demonizar ideas, sino de iluminarlas para que nos sirvan. Este buen articulo nos hace pensar: al aclarar los mitos, ¿no estaremos también afirmando mejores cimientos para construir alianzas más honestas, en lugar de dejarnos dominar por sombras sin sentido?
Respetado Q.·. H.·. gracias Iván Herrera Michel gracias por invitarnos a desactivar las ideas preconcebidas que nos frenan y a desbrozar el terreno de la verdad con generosidad. En lugar de mantenernos en la comodidad de lo ya sabido.
El reto es cuestionar lo establecido para hacer un viaje que no es pérdida de tiempo, sino boleto hacia una comprensión más auténtica. Ósculos de Paz
Creo que esta incompleto el artículo o trabajo, y la respuesta obligada es cuales son los registros documentales para establecer quienes de los que participaron en la gesta libertadora fueron Masones?
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