viernes, 17 de octubre de 2025

150 AÑOS DEL CONVENTO DE LAUSANA QUE REDEFINIÓ EL REAA

Por Iván Herrera Michel
                   
Águila Bicéfala diseñada en Lausana en 1875
En este año de conmemoraciones en el que el mundo Masónico recuerda los ciento cincuenta años del Convento de Lausana, conviene entender que no se trata de un simple aniversario sino de un reencuentro con el momento en que el Rito Escocés Antiguo y Aceptado (REAA) se miró con honestidad en su propio espejo y decidió preguntarse quién era y hacia dónde iba, porque en aquellas dos semanas de septiembre de 1875 se discutió con serenidad lo que aún seguimos debatiendo entre columnas, que es si la fe y la razón pueden convivir bajo un mismo techo, si la tradición puede renovarse sin perder su alma y si la unidad puede existir sin uniformidad. Los actos conmemorativos de los que me llegan noticias en Europa, América y África evocan una semilla viva que sigue dando frutos en cada Jurisdicción del REAA femenino, mixto o masculino, en donde el pensamiento libre intenta sostenerse sobre la fraternidad y el respeto.
                          
Durante dieciséis días de aquel septiembre helvético, once Supremos Consejos se reunieron bajo la presidencia del suizo Jules Besançon, cuya mesura encarnó el tono que la reunión necesitaba, y entre las paredes sobrias del local elegido se discutieron las bases normativas y filosóficas del REAA con una seriedad que hoy sorprende por su rigor documental y su altura moral. De esas sesiones nacieron decisiones prudentes y valientes a la vez, pues se revisaron las llamadas Grandes Constituciones de 1786 atribuidas a Federico II de Prusia y se reconoció, con sentido histórico, que su origen era más legendario que real, aunque su autoridad jurídica se había consolidado por el consenso de casi un siglo. En lugar de derogar el texto se le revisó con cuidado, se corrigieron las obviedades del tiempo, y se lo ratificó “en cuanto no se opusiera” a los principios aprobados en Lausana. Ese gesto de equilibrio salvó la continuidad del Rito, y dejó como lección que la tradición se defiende mejor cuando se le entiende y no cuando se le idolatra.
                       
El punto que incendió los debates fue el primer artículo de la Declaración de Principios redactada por una comisión presidida por Adolphe Crémieux y revisada por el Barón Tassin, en donde se afirmaba que “la Francmasonería proclama la existencia de un Principio Creador bajo el nombre de Gran Arquitecto del Universo”. Aquella frase, pensada para unir, terminó marcando una frontera entre quienes veían en ella la más alta expresión de la espiritualidad y quienes creyeron que abría la puerta a la ambigüedad filosófica. El delegado escocés William T. S. Mitchell consideró que el texto debilitaba la noción de un Dios personal y abandonó la asamblea antes de la clausura, mientras que Inglaterra optó por permanecer y firmar, interpretando que la fórmula preservaba lo esencial. En esa divergencia se plantó la semilla de tres interpretaciones que aún hoy dividen, enriquecen y definen a la Masonería practicante del REAA en el mundo entero.
                       
A partir de entonces el Convento de Lausana fue leído desde tres miradas distintas que corresponden a los tres grandes grupos históricos que hoy lideran el conjunto de Supremos Consejos del planeta y que, de algún modo, continúan dialogando a través de la distancia histórica. La Jurisdicción Sur de los Estados Unidos, heredera de Albert Pike, entendió Lausana como un exceso de racionalismo y un riesgo de relativismo doctrinal, y por eso conservó con firmeza su defensa del carácter teísta del Rito como columna vertebral. A su vez el Supremo Consejo de Francia, guardián de los documentos originales y artífice de una interpretación humanista, vio en Lausana una afirmación luminosa de la libertad de conciencia, y sostuvo que la fórmula del “Principio Creador” no era una concesión al deísmo sino una expresión de respeto a la diversidad espiritual. Y por su lado, el Supremo Consejo del Gran Oriente de Francia, con su acento laico y adogmático, leyó el mismo texto como un intento que no llegó al fondo del problema, celebró su apertura, pero lamentó que no se hubiera dado el paso definitivo hacia la emancipación plena de toda referencia teológica. Entre esas tres miradas se dibuja el triángulo que aún sostiene al REAA contemporáneo, porque ninguna de las tres puede entenderse sin las otras.
                        
Con el paso del tiempo las discusiones del Convento se transformaron en una brújula que todavía orienta los debates actuales, y la prueba más clara es que ningún Supremo Consejo, “regular”, "tradicional" o “liberal”, puede explicarse hoy sin recurrir directa o indirectamente a Lausana y a las reflexiones que de él se desprendieron. Allí se discutió la relación entre historia y mito, entre fe y razón, entre autonomía y confederación, y de ese crisol surgió la conciencia moderna del REAA. Lausana no dio uniformidad, dio método, y ese método ha sido la piedra angular de las reformas, de las disidencias y también de las reconciliaciones que jalonaron la historia posterior. No se puede entender el Rito Escocés Antiguo y Aceptado sin ese espejo suizo, porque fue allí donde el Rito dejó de ser solo un conjunto de Grados y se convirtió en una ética del pensamiento, un equilibrio entre tradición y lucidez crítica.
                       
En realidad, la resonancia de Lausana fue mucho más amplia que la de sus muros y actas, porque las ondas de aquel debate llegaron también a América y se mezclaron con el trabajo de nuestras propias Logias, desde la Patagonia hasta el Rio Grande y el Caribe, en donde el Rito fue aprendiendo a pronunciarse con acento americano sin renunciar a su raíz de Europa occidental. Tal vez por eso los latinoamericanos solemos leer Lausana no como un museo de fórmulas, sino como una lección viva sobre cómo conciliar razón y emoción, tradición y cambio, espíritu y ciudadanía. Esas resonancias, que todavía vibran en las Columnas de cada Oriente de la región, recuerdan que la universalidad de la Masonería se mide mejor por su capacidad de traducirse que por su pretensión de uniformidad.
                        
A ciento cincuenta años de aquella reunión, lo que hoy se conmemora no es un acto administrativo del pasado sino una lección de estilo. Lausana enseñó que los desacuerdos no destruyen si se sostienen con respeto, que la diversidad no fragmenta cuando se apoya en principios, y que la Masonería solo puede sobrevivir cuando sabe pensar sin miedo y creer sin imposición. Al recordar a los hombres que firmaron el 22 de septiembre de 1875, no los honramos por haber resuelto todos los dilemas sino por haberlos planteado con nobleza. El verdadero homenaje no se celebra con discursos sino con prácticas, y el mejor modo de conmemorar el Convento de Lausana es replicar su método en nuestro tiempo, de debatir sin desdén, construir sin exclusión y buscar sin arrogancia.
                       
Al cerrar este ciclo conmemorativo observo que el espejo de Lausana sigue ahí, devolviendo no una imagen fija sino el reflejo cambiante de lo que somos y de lo que aún debemos atrevernos a ser. A veces creo que el mayor legado de 1875 no fue su Declaración de Principios, sino la actitud de quienes se reunieron a debatir sin miedo, con la serenidad de quien sabe que la verdad no se conquista, sino que se cultiva. El Convento de Lausana permanece abierto cada vez que un Masón pronuncia una palabra para pensar y no para imponer su pensamiento, y en ese acto discreto y luminoso está el verdadero homenaje a quienes, hace ciento cincuenta años, tuvieron el valor de discutir el presente y el futuro del REAA con la misma dignidad con que otros se limitan a repetir el pasado.
            
Porque una Orden que olvida su capacidad de disentir con decoro termina convirtiéndose en la estructura sin pensamiento propio que prometió transformar.
                        

                         

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy enriquecedor el tema, gracias.

luismariano71_19 dijo...

Excelente, las luces que nos brinda a través de su artículo, Q:. H:.

Anónimo dijo...

Gracias Q:. H:.

Raúl Renowitzky Comas dijo...

Sensato análisis. Nada que añadir.

Anónimo dijo...

Parabéns mi hermano- Aprecie mucho sus reflexiones. Foram momientos encantados los que passamos en estes dias en essa hermosa cuidar. TFA

Anónimo dijo...

Muy enriquecedor el artículo, para que ningun RH se crea el dueño de la verdad

Anónimo dijo...

Buena interpretación de lo que significó el Convento de Lausana para el escocismo.
Afectuoso saludo Ivan

Anónimo dijo...

Excelente artículo. Nos aclara temas muy importantes. Nos enseña situaciones y comportamientos que los Mmas:. debemos conocer y practicar. Además es una interesante pieza de educación masónica. Gracias

Anónimo dijo...

Excelente como siempre QyRH Ivan. Respeto ante todo. Gracias

Anónimo dijo...

Excelente

Anónimo dijo...

Excelente e enriquecedor este conteúdo
Parabéns Soberano Irmão Herrera, sábias palavras.

R.·. L.·. S.·. Francisco Salias N° 208 dijo...

Excelente, gracias QH.·. Ivan... TAF