Por
Iván Herrera Michel
El pasado sábado 15 de marzo de 2025, la Confederación Interamericana de Masonería Simbólica (CIMAS) en asocio con la Confederación Americana de Supremos Consejos del REAA (FASCREAA) organizaron un coloquio virtual sobre “El Estado Actual de la Maestría Masónica”, en el que, para ser sincero, no me sorprendió que las ponencias, sin ninguna excepción, giraron en torno a la relación entre la Masonería y la tecnología, lo cual me ha parecido lo más normal del mundo.
Me
explico:
Hoy en
día, una nueva generación de Masonas y Masones, principalmente Millennials,
están ingresando a las Logias con un bagaje tecnológico que para ellos es tan
natural como lo fue para la generación anterior el paso de la escritura a mano
a la máquina de escribir. O, para citar otro ejemplo, como el hecho de que hace
poco más de 100 años la electricidad comenzó a ingresar a las Logias, y, en
medio de fuertes discusiones, los bombillos eléctricos reemplazaron a las velas
y las lámparas de aceite, queroseno y gas.
El
impacto de la electricidad, como fuente de energía controlada y utilizable, fue
de tal naturaleza, que durante el transcurso del Siglo XX cambió gradualmente
la forma en que se percibían los Templos Masónicos y las características de los
trabajos. Gracias a ella, los Masones pudimos disfrutar de equipos de sonido en
la Columna de la Armonía, micrófonos para las Dignidades, mejor luz para leer
las Planchas sin afectar la vista, celebrar Tenidas nocturnas, contar con
ventiladores y acondicionadores de aires. Etc. Y todo esto, sin que variaran
los rituales ni la particularidad del simbolismo de la luz que es uno de los
referentes más importantes de las enseñanzas Masónicas.
A
manera de ejercicio, imaginemos como era llegar a una Tenida ordinaria en la
noche, sin luz eléctrica, bombillas ni focos, solo velas y lámparas, durante
los primeros dos siglos de los tres que tiene la Masonería. La luz es tenue,
amarillenta y no alcanza para mucho. Las sombras se mueven en las paredes cada
vez que alguien pasa cerca de una llama, y en el ambiente hay olor a cera
derretida y aceite quemado. Si hay lámparas de gas, se escucha un leve zumbido
y se siente el calor que despiden. Leer los rituales no es tan fácil. Muchos
tienen que acercarse a la luz o, por lo menos, saberse los parlamentos de
memoria. No es que no se pueda leer, pero cuesta trabajo y esfuerzo. Y hasta la
voz se usa de una forma distinta, porque no es lo mismo hablar en un sitio bien
iluminado que en un espacio en donde las sombras y la penumbra hacen que hasta
un susurro se sienta más solemne.
En las
ciudades más grandes de Europa y Estados Unidos, algunas Logias empezaron a
electrificarse en los años 1880. En América Latina, la cosa fue más lenta. En Colombia,
Argentina y Brasil, por ejemplo, algunas Logias tenían luz eléctrica entre 1895
y 1910, pero en muchas otras siguieron con velas y gas hasta bien entrado el
siglo XX. También es cierto, que, desde entonces, el cambio fue grande. Todo se
volvió más claro, más preciso… aunque quizá también un poco menos misterioso.
De la
misma manera, ahora me resultan especialmente llamativas las posibilidades que
traerá el uso de la realidad aumentada en los rituales Masónicos. Esta
tecnología es básicamente una capa digital superpuesta a lo que vemos, mediante
la cual, por ejemplo, si vemos un vaso vacío en una mesa, a través de un
dispositivo de realidad aumentada (lentes de contacto, gafas de visualización,
Etc.), podríamos verlo lleno de agua y con un pez nadando adentro. En la
realidad el vaso sigue estando vacío, pero la tecnología le añade a nuestra
percepción algo extra.
Ahora
bien, si lo llevamos al terreno iniciático, la pregunta se pone interesante.
Porque la iniciación Masónica no es un simple protocolo lleno de símbolos y
palabras solemnes. Es una experiencia diseñada para sacudir al iniciado, para
removerle algo por dentro. No es teatro, pero tampoco es una fría formalidad. Y
ahí es donde cabe preguntarnos si podría esta tecnología, bien usada, reforzar
la vivencia en lugar de banalizarla.
Pensemos
en el Cuarto de Reflexiones. Ese espacio en donde el candidato se enfrenta a sí
mismo en soledad y silencio. ¿Y si la tecnología pudiera reforzar esa sensación
de introspección sin volverse invasiva con pequeños detalles que profundicen la
experiencia?
Lo
mismo podríamos decir de los viajes iniciáticos. Se nos dice que el
recipiendario ha atravesado el aire, el agua y el fuego, pero todo ocurre en su
imaginación. ¿Y si la tecnología pudiera hacer más tangible ese simbolismo? No
con efectos atrayentes, sino con cosas sutiles como una sombra que se desliza
en la oscuridad en el momento justo, un reflejo en el agua que se ondula
imperceptiblemente, un resplandor apenas visible en el fuego. No para
reemplazar la imaginación del iniciado, sino para estimularla.
Otro
momento clave podría ser la entrada a la Logia. La primera vez que uno ingresa,
los símbolos están ahí, pero su significado no se entiende de inmediato. La
guía de los Hermanos es fundamental, pero mucho del aprendizaje viene con el
tiempo. ¿Podría la tecnología servir de apoyo sin restarle valor al proceso
tradicional? Tal vez. Podemos imaginar también que la Piedra Bruta se
transformara fugazmente frente a nuestros ojos. No para dar respuestas
inmediatas, sino para abrir puertas a la reflexión.
Algo
similar podría suceder con la Cadena de Unión, que es un momento cargado de
simbolismo, en el que se enlazan las manos y se siente la fraternidad de manera
tangible. Existiría la posibilidad de hacer visible esa conexión de manera
sutil, por ejemplo, con un leve resplandor que recorra la cadena, apenas
perceptible, como una representación visual del lazo invisible que nos une.
Pero
lo más importante viene después de la iniciación, porque la ceremonia es solo
el comienzo. Comprender los símbolos, interpretarlos y aplicarlos a la vida es
un proceso largo, para el que cabe también preguntarnos si la tecnología podría
aportar algo sin debilitar la enseñanza tradicional. No es sino imaginar que un
neófito escanee su mandil y acceda a información sobre su evolución en los
distintos ritos, grados y épocas, o que, al apuntar su celular a un trazado,
pudiera obtener referencias sobre sus contenidos y significados. No para
sustituir la enseñanza en la Logia, sino para complementarla de manera
accesible.
Está
claro que la Masonería no necesita luces ni efectos especiales para transmitir
su mensaje, pero tampoco cerrarse a novedades tecnológicas que, bien usadas,
podrían enriquecer la vivencia de los rituales y conectar el simbolismo y la
tradición con las sensibilidades de nuestra época.