Por Iván Herrera Michel
Admitamos también, en honor a la verdad,
que hoy en día se oyen voces dentro de la Masonería que se podrían llamar
"antiderechos", y en que, si bien no representan la norma general, si
muestran que en algunos sectores se combate contra los avances de la sociedad en
materia de derechos humanos, especialmente en temas, por ejemplo, como la
igualdad de género, el reconocimiento de las minorías, la aceptación de las diversas
orientaciones e identidades, el matrimonio igualitario, los derechos reproductivos, de las
mujeres y laborales, la migración y la justicia
racial.
En contraste con lo anterior, mientras en
unos espacios se sigue luchando por un mundo con más libertad, igualdad y
fraternidad, en otros se aferran a interpretaciones con baja empatía selectiva de
estos valores dándoles la forma de sus prejuicios y miedos. Esta llamativa diversidad
de posturas puede generar tensiones, pero también nos abre la puerta a ser
conscientes de la discriminación estructural y nos invita a reflexionar sobre
el rumbo que queremos en nuestra vida Masónica.
En términos generales, la Orden siempre
se ha visto a sí misma como un refugio para el pensamiento y la conciencia libre,
un lugar donde se cultiva la razón y se fomenta el debate sin tantas
restricciones. Sin embargo, en pleno siglo XXI, no podemos ignorar que hay
sectores que parecen decididos a obstaculizar cualquier cambio, dentro y fuera
de sus muros, atinentes a la evolución de los derechos humanos. Mientras el
mundo avanza, no sin muchas dificultades, hacia una mayor igualdad, algunos Masones
prefieren mantenerse al margen o decididamente en contra.
No es un problema nuevo, pero
últimamente se ha hecho más visible por cuenta de las redes sociales. Cada vez
que una Logia decide rechazar la inclusión de mujeres, indígenas, negros o
discapacitados, evita hablar sobre diversidad o se aferra a creencias e interpretaciones
inamovibles de textos antiguos para justificar la exclusión y la discriminación,
se está alejando de esos principios de fraternidad y universalidad que tanto se
han proclamado desde sus Columnas. Las razones, colectivas o individuales,
podemos encontrarlas en los miedos al cambio, aversión a la incertidumbre, propensión
a la disonancia cognitiva, sesgos de confirmación o de estatus quo, ideas
religiosas, Etc.
La Masonería se enorgullece de sus
valores, pero esos ideales no pueden quedarse en el nirvana de los discursos. Tienen
que reflejarse en lo que se hace día a día. Decir "así ha sido
siempre" ya no basta, sobre todo cuando la historia de la Orden está llena
de cambios y adaptaciones, desde las motivadas inicialmente por la Ilustración,
como por las posteriores influencias religiosas, seudocientíficas, egipciacas y
orientalistas, hasta los movimientos democráticos que han marcado el rumbo de muchas
sociedades. Mientras el mundo lucha por la equidad, los derechos humanos y la
aceptación de la diferencia, los Masones antiderechos prefieren atrincherarse frenéticamente
en sus obsesiones, y emplean una narrativa tergiversada sobre la tradición como
excusa para justificar las desigualdades.
Como contrapartida, cabe resaltar que las
tradiciones evolucionan todo el tiempo, aunque a veces parezca que están
talladas en mármol, y lo que podemos describir hoy como una versión pura es en
realidad el fruto de muchos años de construcción de contenido. Lo que ahora nos
parece un pilar sagrado e inamovible, hace un par de siglos era otra cosa, y
dentro de unos años probablemente se verá distinto otra vez. Lo importante es
saber distinguir cuándo un cambio es una evolución genuina y cuándo es una moda.
Si la Masonería quiere seguir siendo
relevante, no basta con hablar de libertad de pensamiento. Es el momento de
traducir sus principios en acciones concretas: revisar las estructuras mentales
y de poder que siguen perpetuando la exclusión, dejar de utilizar una supuesta
"neutralidad" como pretexto para no enfrentarse a debates difíciles y
abrirse a un mundo donde los derechos humanos son algo indiscutible. Porque, al
fin y al cabo, no tomar una postura también es una postura, y en este caso, una
que se aleja del propósito para el que fue fundada la Orden.
Por otra parte, la existencia de Masones
antiderechos no es solo un tema interno. Su actitud se caracteriza más por una
reacción ante el avance de derechos que por una propuesta constructiva, y se
basa en un discurso excluyente que mezcla el miedo al cambio y la idealización
de un pasado que exponen como ordenado y moralmente superior. Emplear las
destrezas adquiridas en la Masonería en la utilización de sus herramientas y en la
funcionalidad constructiva de ser humano y sociedad con ese fin es un despropósito mayúsculo.
Al final del día, la Masonería debería
seguir basándose en principios fundamentales como el respeto mutuo, la búsqueda
de la verdad y el bienestar de la humanidad, cualesquiera que sean sus matices
constructivos Si algunos Masones se apartan de esos principios, es una
oportunidad para que todos nos cuestionemos qué es lo que realmente queremos
como Masones y como sociedad. ¿Seguimos avanzando hacia un futuro más
equitativo o nos quedamos atascados en viejas ideas y preconceptos
deshumanizados?
De todos modos, la respuesta está en
nuestras manos, como miembros de una Orden que siempre ha sido un reflejo de
los mejores ideales de la sociedad.
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