jueves, 6 de marzo de 2025

¿MASONERÍAS ANTIDERECHOS?

  
Por Iván Herrera Michel
                     
Convengamos en que lo que llamamos Masonería es un fenómeno plural, dividido en áreas conceptuales diferentes, que buscan metas distintas, a veces hasta contradictorias entre sí, pero también en que bajo el alero de esta variedad no todo se vale.
                    
Admitamos también, en honor a la verdad, que hoy en día se oyen voces dentro de la Masonería que se podrían llamar "antiderechos", y en que, si bien no representan la norma general, si muestran que en algunos sectores se combate contra los avances de la sociedad en materia de derechos humanos, especialmente en temas, por ejemplo, como la igualdad de género, el reconocimiento de las minorías, la aceptación de las diversas orientaciones e identidades, el matrimonio igualitario, los derechos reproductivos, de las mujeres y laborales, la migración  y la justicia racial.
                          
En contraste con lo anterior, mientras en unos espacios se sigue luchando por un mundo con más libertad, igualdad y fraternidad, en otros se aferran a interpretaciones con baja empatía selectiva de estos valores dándoles la forma de sus prejuicios y miedos. Esta llamativa diversidad de posturas puede generar tensiones, pero también nos abre la puerta a ser conscientes de la discriminación estructural y nos invita a reflexionar sobre el rumbo que queremos en nuestra vida Masónica.
                          
En términos generales, la Orden siempre se ha visto a sí misma como un refugio para el pensamiento y la conciencia libre, un lugar donde se cultiva la razón y se fomenta el debate sin tantas restricciones. Sin embargo, en pleno siglo XXI, no podemos ignorar que hay sectores que parecen decididos a obstaculizar cualquier cambio, dentro y fuera de sus muros, atinentes a la evolución de los derechos humanos. Mientras el mundo avanza, no sin muchas dificultades, hacia una mayor igualdad, algunos Masones prefieren mantenerse al margen o decididamente en contra.
                            
No es un problema nuevo, pero últimamente se ha hecho más visible por cuenta de las redes sociales. Cada vez que una Logia decide rechazar la inclusión de mujeres, indígenas, negros o discapacitados, evita hablar sobre diversidad o se aferra a creencias e interpretaciones inamovibles de textos antiguos para justificar la exclusión y la discriminación, se está alejando de esos principios de fraternidad y universalidad que tanto se han proclamado desde sus Columnas. Las razones, colectivas o individuales, podemos encontrarlas en los miedos al cambio, aversión a la incertidumbre, propensión a la disonancia cognitiva, sesgos de confirmación o de estatus quo, ideas religiosas, Etc.
                                
La Masonería se enorgullece de sus valores, pero esos ideales no pueden quedarse en el nirvana de los discursos. Tienen que reflejarse en lo que se hace día a día. Decir "así ha sido siempre" ya no basta, sobre todo cuando la historia de la Orden está llena de cambios y adaptaciones, desde las motivadas inicialmente por la Ilustración, como por las posteriores influencias religiosas, seudocientíficas, egipciacas y orientalistas, hasta los movimientos democráticos que han marcado el rumbo de muchas sociedades. Mientras el mundo lucha por la equidad, los derechos humanos y la aceptación de la diferencia, los Masones antiderechos prefieren atrincherarse frenéticamente en sus obsesiones, y emplean una narrativa tergiversada sobre la tradición como excusa para justificar las desigualdades.
                     
Como contrapartida, cabe resaltar que las tradiciones evolucionan todo el tiempo, aunque a veces parezca que están talladas en mármol, y lo que podemos describir hoy como una versión pura es en realidad el fruto de muchos años de construcción de contenido. Lo que ahora nos parece un pilar sagrado e inamovible, hace un par de siglos era otra cosa, y dentro de unos años probablemente se verá distinto otra vez. Lo importante es saber distinguir cuándo un cambio es una evolución genuina y cuándo es una moda.
                               
Si la Masonería quiere seguir siendo relevante, no basta con hablar de libertad de pensamiento. Es el momento de traducir sus principios en acciones concretas: revisar las estructuras mentales y de poder que siguen perpetuando la exclusión, dejar de utilizar una supuesta "neutralidad" como pretexto para no enfrentarse a debates difíciles y abrirse a un mundo donde los derechos humanos son algo indiscutible. Porque, al fin y al cabo, no tomar una postura también es una postura, y en este caso, una que se aleja del propósito para el que fue fundada la Orden.
                    
Por otra parte, la existencia de Masones antiderechos no es solo un tema interno. Su actitud se caracteriza más por una reacción ante el avance de derechos que por una propuesta constructiva, y se basa en un discurso excluyente que mezcla el miedo al cambio y la idealización de un pasado que exponen como ordenado y moralmente superior. Emplear las destrezas adquiridas en la Masonería en la utilización de sus herramientas y en la funcionalidad constructiva de ser humano y sociedad con ese fin es un despropósito mayúsculo.
                        
Al final del día, la Masonería debería seguir basándose en principios fundamentales como el respeto mutuo, la búsqueda de la verdad y el bienestar de la humanidad, cualesquiera que sean sus matices constructivos Si algunos Masones se apartan de esos principios, es una oportunidad para que todos nos cuestionemos qué es lo que realmente queremos como Masones y como sociedad. ¿Seguimos avanzando hacia un futuro más equitativo o nos quedamos atascados en viejas ideas y preconceptos deshumanizados?
                           
De todos modos, la respuesta está en nuestras manos, como miembros de una Orden que siempre ha sido un reflejo de los mejores ideales de la sociedad.
                       
                     
                            
                            

 

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