sábado, 30 de mayo de 2020

LAS LOGIAS VIEJAS


                                  
Por Iván Herrera Michel
                    
En la Masonería los viajes avivan comprensiones. Cambian formas de ver. Revelan paisajes que de ruidosos transitan a serenos.
                     
Visitar Logias antiguas y hablar con sus propietarios permite entrar en contacto con narraciones de una época y una topografía Masónica distinta, y con trabajos que se consustancian con el brillo de antaño y con sabidurías que han perdurado. Conocerlas es efectuar un viaje empático a diferentes sensibilidades. Desarrollar una visión de más amplio horizonte.
          
Es ponerse en contacto con una atmósfera integrada a una cultura local orgullosa de sí misma, que se percibe heredera y testigo de otros tiempos, de otros trabajos y de otros Masones, cuya recordación forma parte del entramado de la egrégora de hoy. Es deleitarse desenterrando riquezas simbólicas, iconográficas y estéticas.
                                   
En ellas, un clima atemporal emana de sus paredes, de sus mobiliarios, de los relatos de sus dueños, de los mitos de sus vecinos, de sus cuartos de reflexiones, reparando en sus techos, caminando por sus pisos ajedrezados, tomando un café, imaginando ágapes en sus salas húmedas, curioseando retratos, atravesando sus Pasos Perdidos, mirando la calle desde sus pórticos, observando sus pórticos desde la calle... aunque estén recientemente arregladas y pintadas.
                
Sus muros parecen querer contar anécdotas, y es como si las contaran a quienes tienen oídos para oírlas, sentidos para sentirlas e intuición para percibirlas, porque activan neuronas espejos. Dan testimonio notable de un pasado preservado en libros rancios, archivos envejecidos, fotografías de época, muebles arcaicos y piezas de museo. En ellas abandonamos nuestra cotidianidad para asumir perspectivas que pueden inspirar prospectivas nuevas y rumbos diferentes.
               
Las Logias viejas cuando están vacías son encantadoras porque trasmiten la presencia de las Tenidas ausentes y  la nostalgia por los viejos Masones que han partido.
                  
Por alguna razón, cuando entro a una de ellas me vienen a la mente los versos que Luis Carlos López dedicó a Cartagena de Indias, su ciudad nativa:
                     
“Más hoy, plena de rancio desaliño,
bien puedes inspirar ese cariño
que uno le tiene a sus zapatos viejos”.
                           
                     
                        
                                           



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